lunes, 24 de agosto de 2015

Los pájaros

¿No lo saben? Los pájaros temen hollar el día y por eso caminan de puntillas y a saltitos para no pesarle a la tierra, para no romper el aire. Los que rondan mi casa esperan la señal del sol y, con la primera luz, chisporrotean trinos entrecortados ensayando el incendio que traerá el ocaso. La noche será oscura como tierra quemada y ellos guardarán silencio.

Imao Keinen


lunes, 17 de agosto de 2015

Primeras luces

 Los pájaros saben cuáles son los dos momentos más fabulosos del día y bien que lo festejan y nos lo avisan, pero nosotros parecemos sordos. A mí uno de ellos me ha dado para un haiku decentito, creo yo.


  Primeras luces:
  un alud de gorjeos
  se precipita.



Fabio Cembranelli


martes, 11 de agosto de 2015

El mundo de fuera...

 El mundo de fuera fue siempre un recinto para el que yo no tenía el santo y seña. Es cierto que algo rarilla ha debido de ser una: siempre me ha costado cogerme al paso de los demás (me sigue costando... qué le vamos a hacer).

    No estoy muy segura de que sea eso lo que me hizo empezar a escribir, pero creo que sí. Y sé que he escrito siempre...  Al principio en cuadernos de cuadrícula, después en bellas encuadernaciones de páginas blancas que casi siempre compraba cuando salía de viaje, otras rachas en agendas... Sólo recientemente lo hago en el blog.  Sin embargo, no sé muy bien por qué empezó; creo que para ordenar las emociones, para dejar constancia de ellas ante mí misma... Creo también que en todo esto jugó un papel importante el haber sido una niña de lecturas voraces y el haberme sentido muy acompañada con esas lecturas, tanto como para querer imitarlas (los niños, ya se sabe, se postulan adultos por imitación) algunas de mis lecturas me decían que yo no estaba sola sintiendo y pensando (mejor: sintiendo lo que pensaba, pensando lo que sentía). 
   
    Después intervino el afán por que alguien más se identificase con mis emociones y, sobre todo, la alegría de saber que a veces sí ocurría.  Cerrar ese círculo me llevó a concebir la literatura como un diálogo universal y sin tiempo.

   Luego está el placer estético, el eureka ese de notar una misma que sí que ha conseguido con un texto una pequeña creación personal que es válida y verdadera. Todo eso también cuenta mucho; ha contado siempre, sólo que según a qué edad ha pesado más una cosa que otra.

   Y aquí me veo ahora, añadiendo ventanas a esta nube, vigilando que en este placer de ser leída no se cruce demasiado la vanidad ni la soberbia (dos fantasmas dispuestos a aparecer con la excusa mas nimia que te manchan de purpurina falsa la vida y te vuelven una loca ridícula con alardes de grandeza). Sí, aquí me veo ahora abriendo ventanas al mundo de fuera con palabras y esperando a que alguien pase. 

Enrique Barro


jueves, 6 de agosto de 2015

Denso como almíbar mate

  Ha amanecido el día como lamido por una enorme lengua húmeda y caliente. Y así sigue, trasminando todas las cosas este gris lechoso, denso como almíbar tibio y mate.
   Le cuesta trabajo a una andar por la calle abriéndose paso a través de este magma invisible.  Si aún fuese niña, estaría ahora buscando una rendija en la nube única y blancuzca que cubre todo el cielo para ver qué enemigos extraterrestres nos están fumigando. Y, después, correría a construirme un refugio seguro en la casa de mi abuela, a base de sillas del comedor y una manta robada a escondidas del armario. 

Alejandro Quincoces


lunes, 3 de agosto de 2015

En torno al carpe diem

A partir de mi entrada de hace ya unos días, pensé, casi al instante de hacer clic para publicar, en el carpe diem, ese espejismo de ancianos que, en pura paradoja, parecen no saber vivir su propio presente y se han anclado en lo que ya no existe para ellos. Reaccionan así como essos padres que se empeñan en que sus hijos estudien o ejerzan lo que ellos no supieron o no pudieron estudiar o ejercer. La verdad es que la rosa, la taza (ver entrada anterior), el momento, no son ningún agarradero; se precipitan con nosotros al mismo tiempo, y arrastran su propia descomposición con la nuestra. Ningún joven sabrá nunca qué flor merecía ser cortada y cuál no; sólo desde la perspectiva de los años puede el ya anciano recomendar "goza" ("antes que... en plata o viola troncada se vuelva") o, por el contrario, puede avisar "amantes no toquéis si queréis vida" (porque  "solo del Amor queda el veneno"). Ya ven, el mismo Góngora escribió los dos mensajes y, aunque él compuso ambos poemas a sus veintipocos años, no cabe duda de que -sobre todo clarísimamente el carpe diem- lo hizo cumpliendo con la imitatio de otros más talluditos y nostálgicos del pasado.


Durero