sábado, 28 de septiembre de 2013

Ladrillos, flechas y puentes

   No me cabe la menor duda de que las palabras son los ladrillos del pensamiento, que es verdad que dar nombre a las cosas significa conocerlas y, con ello, darles existencia concreta en nuestra vida sacándolas del magma de lo impreciso. Sí, sí, lo sabemos desde siempre, y el autor del Génesis -hace queseyó cuántos cientos de años a. de C.-  representa con una belleza y simplicidad asombrosas cómo emerge el mundo a partir de la nada por medio de la palabra, o cómo el primer hombre lo reconoce -y lo domina- dándole nombre a cada ser vivo. 
   Todo eso es verdad, pero esa misión de conocimiento la cumplen las palabras dentro de nosotros. Sin embargo, cuando la palabra sale, ah, eso ya es otra cosa. La palabra que respira desde nuestra boca, la que empieza a temblarnos en el pulso para permanecer fuera de nosotros, tiene ya otra querencia más fuerte. Las palabras tienen vocación de acogida y no saben estar a la intemperie... Son flechas que buscan su reposo, puentes que exigen otra orilla. Por eso no comprendo en absoluto a quienes dicen escribir para sí mismos. Decía D. Antonio -en un alejandrino divulgadísimo gracias a Serrat- que "quien habla solo espera hablar a Dios un día"; yo añadiría: "y quien escribe para sí mismo espera escribir para alguien pronto".
Monet


miércoles, 25 de septiembre de 2013

el niño de la bicicleta

   Un niño daba vueltas ayer con su bicicleta debajo de mi ventana. Pedaleaba incansablemente pasando veinte, treinta veces por el mismo punto de la rara elipse trazada en su inconsciencia. Treinta y cinco, cuarenta veces... Seguía girando.  No parecía cansarse, no flaqueaba; mantenía la mirada, obstinada y satisfecha, en el manillar del juguete. Daba vueltas -cuarenta y cinco, cuarenta y siete...-
¿Qué impulsa a los niños a esa constancia ilusionada?, ¿por qué la hemos perdido los adultos tan irremediablemente? Le he preguntado a E esta tarde si él también siente esa especie de impaciencia ante las cosas que se repiten sin poner una meta en el horizonte. Me dice que sí. Parece que no es cosa de mi carácter intranquilo; que es verdad, que hay cierta paz confiada en el tiempo que se pierde con los años. Yo creo que es cosa del horizonte de la vida. Quiero decir que para los niños el futuro es muy largo y por eso no tienen prisa alguna por apurar el presente; todo es tan ahora a sus años... No tienen apenas pasado y desconocen el terror de la fugacidad de las cosas. los adultos, en cambio, somos conscientes de la cortedad de nuestro porvenir y nos apresuramos a cargarnos las mochilas del momento lo más rápidamente posible, sin demoras, apurando la mayor cantidad de experiencias distintas por minuto. Por eso el niño dilapida su presente. Ojalá los mayores supiéramos recuperar un poquito de aquella visión infantil en la que las cosas aún no tenían pasado y el futuro era un sueño exótico que parecía esperar siempre. 

Didier Lourenço

domingo, 22 de septiembre de 2013

Con casi un día de retraso

    En situaciones como esta se da una cuenta realmente de lo que debería ser obvio: que, en aquello que es constante, los números, las fechas, son etiquetas añadidas, clasificaciones torpemente anecdóticas.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Otra vez, que si arte, que si belleza


Fuimos a verla hace algo más de una semana. Estoy hablando de Renoir, de Gilles Bourdos. Inevitable establecer comparaciones con El artista y la modelo, que ya traje a esta ventana el mes pasado. Inevitable comparar, pero no hay comparación. La de Trueba habla sobre el arte y ésta de Bourdos cuenta una anécdota anexa al arte para buscar imágenes bonitas, filmando poses muy cuidadositas y mimando el color y la composición del fotograma, como si estuviera forzando todo el tiempo un resultado plástico. El resultado nunca llega a tener esa magia de la ausencia de impostura. 
Sin embargo en El artista y la modelo, (que, por cierto, renuncia al color) encontramos la exposición de una poética general del arte muy seria que analiza en qué consiste crear una obra y abarca la compleja relación del arte con la realidad, que le es siempre modelo parcial (genial cuando la modelo le dice al artista respecto a la obra: "pero esa no soy yo" y él le responde: "¿y qué te pensabas?"), el arte y las ideologías (con la visita de un nazi teórico y enamorado del arte), la obsesión del artista por la obra, cómo la obra se impone a las propias expectativas del artista... 
Para mí, el trabajo de Trueba es una obra fundamental, en tanto que el de Bourdos es un mero ejercicio, bastante amanerado, de búsqueda de belleza. Qué triste el guiño que nos pareció ver en Renoir aludiendo al final de El artista... , cuando el pintor impresionista dice algo así como "si me pegara un tiro, sería un acto de coquetería".  ¿Pero es que el señor Bourdos piensa exclusivamente en términos de belleza?

Fotograma de la película

viernes, 13 de septiembre de 2013

Maneras de mirar (7): "Los paraguas, los taxis" de Karmelo C. Iribarren


       LOS PARAGUAS, LOS TAXIS
                                
                        Para Xavier Erxart

    Acabo de tirarlo,

   35 minutos bajo la tormenta
   -esperando un maldito
   taxi-
   han podido con él.

   Pero cómo se ha portado.

   Ésa es la diferencia:
   los taxis son como ciertos amigos,
   nunca están cuando los necesitas.

   Los paraguas, en cambio, mueren por ti.

             (Karmelo C. Iribarren)



 ¿Se han dado cuenta? ¡no hay un maldito adjetivo calificativo en todo el poema! salvo éste que acaban de leer: "maldito", aplicado al taxi.

 La poesía de Iribarren puede representar el realismo sucio de aquí y de ahora, esto es, en español y en los años que ahora mismo corren, aunque L. A. de Villena haya propuesto la etiqueta de "realismo limpio" para su poesía por la enorme desnudez de su expresión. Yo creo, sin embargo, que lo que en realidad distancia a K. Iribarren de los textos de Bukowski, de Carver, o del español (aunque nacido en Inglaterra, ya ven el nombre) Roger Wolfe, por ejemplo, radica en el lirismo de Iribarren. "¿?", pensarán ustedes.  Sí, digo yo, han leído bien. En Iribarren hay en todo momento una persona que siente, que ironiza, se burla, denuncia, insulta o blasfema; una persona que se emociona ante cosas concretas y lo muestra, y esto marca una diferencia que es fundamental. 

 Por lo demás, ya lo ven. En los versos de arriba, donde no hay una mínima concesión a la rima ni al ritmo convencional de los versos, encontramos una forma acorde con la sentimentalidad del vapuleado, del descreído de los sentimientos: los versos breves entrecortan una expresión vehemente dando la sensación de que las palabras son casi escupidas en vez de pronunciadas, evitando a toda costa lo que pueda sonar a lirismo o afectación. Colabora a ello la fonética de las palabras... ¿han visto el predominio de "/t/" de todos los versos? Es una consonante dura (oclusiva y sorda) que se pronuncia haciendo chocar la lengua con los dientes... Todo cuenta para la creación de un clima y el efectismo de lo que se significa aquí: la emoción de los tipos duros. Eso sí, claro está, el verso final, ese que contiene la metáfora del amigo bueno, se distancia del resto del poema y se remansa en doce sílabas con la acentuación que llamamos "melódica" para los endecasílabos, abundando en la sonoridad blanda y abierta de "/a/" -sólo la última palabra, a modo de cierre brusco y conclusivo, es el monosílabo "ti".

 Una alegoría urbana de la amistad entre los vapuleados es este breve poema que habla de taxis que no paran en medio de la lluvia en una calle llena de charcos(un mal amigo = taxi que no llega, un buen amigo = paraguas en medio de la gran tormenta que es (=)la vida). La amistad auténtica se demuestra hasta el final y, después, no hay tiempo para sentimentalismos -nos dice-; se sigue adelante. No sé si se han dado cuenta, pero entre los nuevos "topos" de la retórica contemporánea, no cabe duda de que el taxi tiene un lugar privilegiado como lo han tenido siempre la rosa, el camino o el río.

 Pocos más recursos quiere emplear Iribarren. Los mencionados y la hábil distribución de los hechos bastan para marcar el tono duro: "Acabo de tirarlo" son las primeras palabras y éstas vuelven a cobrar relevancia, cargándose de sentido, cuando leemos el verso final: "mueren por ti". 

Foto tomada del blog "vigoalminuto.com"

sábado, 7 de septiembre de 2013

La paz genuina

   Qué enero ni enero. Enero es una fiesta deliciosa, pero ahora es el begin the begin de verdad de la buena, ahora empieza una a organizar la mochila para los 365 días siguientes y hace una sus planes y sus propósitos.
   Así que... primer finde del año y lo empiezo sumándome a la jornada de ayuno y oración por la paz que pide el papa Francisco. Así, sin ñoñerías y sin simplezas, sin proclamas ni demagogias; sin hipocresías. Poniendo mi pequeño esfuerzo, sabiendo qué fácil es enarbolar una palabra hermosa y qué complicado es hacerla verdad.

Picasso: detalle del "Guernica"