lunes, 29 de abril de 2013

Pidiendo disculpas

  He revisado la entrada anterior. Me han avisado de que estaba plagada de lapsus calami (¿o lapsi calami?). Y todo por haber querido experimentar con el procesador de textos por voz y confiarme al ver los primeros párrafos correctos. Es que coy a tener que acabar por poner de fondo de entrada el color blanco, pero me he venido resistiendo porque me parece que éste tonillo armoniza mejor (¿empasta, dicen los pintores?) con las ilustraciones y me resulta más cálido. Con el fondo de color no vale cortar y pegar porque normalmente queda el fondo de letra blanco, como en el original.
   El resultado ha sido catastrófico, pero creo haber corregido ya todos los errores. Aunque seguro que alguno anda aún por ahí suelto. Avisadme si lo detectáis.
Correcciones de imprenta de puño y letra de Dickens. ¿De qué me voy a preocupar yo?

“La crisi e universá”

  Ésta fue mi colaboración en El Independiente. Salió el pasado sábado, 27 de abril:

  "La crisi e universá", sentenció hace ya bastantes años una conocida mía cuando, al volver de unas cortas vacaciones, un socarrón le preguntó que si había ligado mucho. Qué poco se imaginaba ella que esa ocurrente salida iba a resultar toda una premonición aplicada a campos bastante más serios. 
   Pues resulta que sí, que la crisis parece ser universal porque abarca espacios diversos e importantes aunque sólo nos hemos llevado las manos a la cabeza cuando ha tocado a la economía. Qué pocos parecieron disgustarse cuando ya asomaba al ámbito de la ética (¿se acuerdan de lo que se llamó la práctica del pelotazo?), de la cultura o del conocimiento.
   Lo que me preocupa es que en materia de cultura y de conocimiento no tengo muy claro que estemos detectando claramente el problema. Me refiero a que durante estos días que ha tocado hablar de libros por aquello del 23 de abril, he visto a muchos preocupados por cómo se está extendiendo el uso del soporte digital, como si éste fuese un peligro grave para la literatura. Tal vez  sea foco de preocupación y de revisión en el ámbito de la industria editorial, esa tan querida para los que aprendimos a amar la buena lectura en la era Gutenberg, esa que está empezando a ceder buena parte de su terreno al mundo de las tres w, la que trabaja con papel, guillotinas y encuadernaciones. Pero la literatura no debe identificarse con su soporte, aunque para nosotros esté sentimentalmente tan unida al objeto libro. Yo conozco el placer de mirar los anaqueles bordeados por los lomos de los volúmenes, la ilusión tenazmente infantil ante el ejemplar recién comprado, la discreta emoción de encontrar una nota a lápiz de tu propio pulso, ya casi irreconocible en los márgenes de una página maltratada por el tiempo durante una relectura (ah, releer, qué delicioso placer vedado a los jóvenes...) 
   Pero decía que la literatura no debe identificarse con su soporte. Nos inclinaremos por el manejo casi dúctil de las hojas o por la capacidad de almacenamiento de una pantalla táctil, al fin y al cabo es igual, todo acaba siendo pura estética o, como mucho, memoria sentimental. Lo cierto es que no creo que la literatura esté en peligro porque aparezcan nuevos soportes -el libro en papel no fue el primero y ni siquiera ha sido  nunca el único- lo que daña a la cultura es la falta de criterio y de eso tienen mucha culpa las seudoeditoriales que confunden papel impreso con literatura y, ante esa terrible crisis que empezó hace demasiado tiempo, no hemos hecho más que quejarnos con voz meliflua.
  todo se empezaba a vislumbrar cuando los ayuntamientos y casi que las comunidades de vecinos ofrecían la edición de X ejemplares producidos en imprentas locales como premio de concursos literarios -que les debía venir muy bien para promocionarse, digo yo- y expedían tomos sin respaldo editorial ni de distribución que eran metidos inmediatamente en cajas para morir de humedad en algún almacén de papeles varios, equiparando el valor de un libro, posiblemente de calidad literaria, al de las octavillas electorales; y siguió cuando las editoriales-negocio saturaban los escaparates de libros-clínex que eran sustituidos un mes después para desaparecer en los infiernos del papel al peso. Muchos de estos últimos que digo son bestsellers; pero los bestsellers se han vendido siempre, han sido concebidos exclusivamente para venderse, aunque no sólo no aguanten una revisión argumental, sino tan siquiera sintáctica. El problema es que el bestseller se ha comido al lector de literatura verdadera y las tan cacareadas excelencias de unas nuevas generaciones de jóvenes bien formados académicamente no deben ser tantas cuando esto es así. No le echemos la culpa a la competencia de los videojuegos, los que ahora abusan de ellos como sustitutos de la lectura son los que abusaban antes del mus, de la taberna o del croché. Ahora que los ayuntamientos y otros colectivos ya no imprimen y almacenan libros, porque ya no tienen un duro y porque ya no interesa, ha aparecido otro invento para negociar y confundir: seudoeditoriales que han hecho un negocio de fabricar libros previo pago sin más criba que la pasta gansa que esté dispuesto a soltar el cliente sacando al mercado un producto, no sólo abocado a la no lectura, sino, lo que es peor, a hacer desconfiar a los auténticos lectores de otras obras publicadas de idéntica manera pero por editoriales jóvenes y serías que sí merecerían atención. La literatura y la mera ocurrencia compiten en desigualdad de condiciones porque la débil educación y la edición sin criterio ocultan y confunden.




Charles Frederic Ulrich: "The Village Printing Shop, Haarlem-Holland"

sábado, 27 de abril de 2013

Libros, bibliotecas, Gollums

   Tendemos a pensar que esto de las efemérides y los homenajes a fecha puesta es un asunto un tanto forzado que acaba por dejarnos el regusto insípido (valga el oxímoron) que tiene todo lo oficializado.  Sin embargo, en torno al 23 de abril, por muy normalizada que esté la fecha, me encuentro todos los años con ocasiones muy gratas. 
   Me explico: no suelo acudir a la mayoría de los saraos literarios. Es imposible dar clases decentes en un instituto, leer algo de lo que a una le gusta, escribir aunque sea muy de tarde en tarde, mantener las relaciones familiares y, además, asistir a todos estos eventos. Imposible de todas todas, se lo digo yo.
Por eso acudo únicamente a los actos más extraordinarios y a aquellos de los que son protagonistas o parte muy interesada las personas más queridas. Me he visto así estos días asistiendo a dos felices convocaorias:
1) El jueves quise acompañar a Ana Sofía Pérez Bustamante en la presentación de la Obra Completa de Pilar Paz Pasamar que ella ha preparado  (Pilar Paz Pasamar: Ave de mí, palabra figutiva poesía 1951-2008, Fundación Municipal de Cultura y Ayto. de Cádiz, 2013). Con ello llegó la ocasión de charlar, además de con las dos protagonistas, con Ángel Mendoza, con Eduardo del Pino, con Jesús Fernández Palacios, y de conocer a Laura Lacheroy, la viuda de Carlos Edmundo de Ory, que me pareció encantadora y muy inteligente.
2) Ayer viernes, la visita a la biblioteca del poeta postista nos provocó, al pequeño grupo que acudimos invitados y guiados por el poeta Javier Vela, esa extraña conmoción inevitable para los que hemos crecido venerando los libros. más de 8.000 ejemplares en francés y en español en una sala amplia, bien iluminada por ventanas que abrían el abolengo de unos muros recios al mar de poniente (qué espacio maravilloso). Algo muy extraño se siente al repasar sólo con la mirada los lomos de esos libros. Me vinieron dos evocaciones de una asociación tan inesperada, que dejaré aquí constancia de ellas como homenaje a lo que tal vez fuera el contagio de las pertenencias de Carlos Edmundo de Ory. Una fue prácticamente obligada e inevitable: Borges, claro, y su biblioteca universal; la otra fue el desgraciado Gollum, por aquello de la atracción irresistible. - "Cuidado, que el enrejado que los protege corta," -nos advirtió Javier Vela a los que no pudimos resistirnos a alargar los dedos para rozar el lomo de lagunos ejemplares." Y Silvia Barbero fue la primera en sobresaltarse porque fue la primera en caer en la tentación. Antonio Serrano encontró un ejemplar que iba a ir a consultar a Madrid próximamente, y lo tenía allí, al alcance de su mano ¡pero, en ese momento, bajo llave! 


lunes, 22 de abril de 2013

Otro de Hilde Domin

   Visto el interés (pequeño, pero interés al fin y al cabo) que ha generado entre los contados lectores de esta ventana la poesía de Hilde Domin, me decido a traducir un fragmentito de un poema bastante extenso  llamado "Fünf  Ausreiselieder" ("Cinco canciones de emigración") Este largo poema se incluyó en su libro Hier  (Aquí) del que hay una edición española de 1998. Precisamente, este breve fragmento del largo poema lleva título y es el que presta a todo el libro.  Como no he tenido acceso a esa edición en nuestra lengua, la versión de estos poquitos versos es mía. No debería yo buscar excusa alguna  -a quién voy yo a engañar-,  en  realidad disfruto horrores haciendo estos sudokus de emociones con palabras; que no otra cosa es traducir un poema.


HIER

Ungewünste Kinder
meine Worte
frieren.

Kommt
ich will euch
auf meine warmen
Fingerspitzen setzen
Schmetterlinge in Winter.

Die Sonne
blass wie ein Mond
scheint auch hier
in diesem Land
wo wir das Fremdsein
zu Ende kosten.



Niños no deseados,
mis palabras
tienen frío.

Venid,
quiero sentaros
en las cálidas
puntas de mis dedos,
mariposas en invierno.

El sol,
pálido como una luna,
brilla también aquí,
en esta tierra
donde pagamos el ser extranjeros
hasta el final.

Fotografía de Anne Geddes
                              

viernes, 19 de abril de 2013

El paisaje transportable de Hilde Domin

   De Hilde Domin (1909-2006) no había yo escrito nunca en esta ventana. Debí haberlo hecho antes. Transterrada,culta,sensible, mujer de vida densa.
   Ahora estoy deseando que me llegue un libro que Aquilino Duque me ha recomendado y que trata de la relación de su obra con la literatura española. Que su obligado exilio en los años del nazismo la llevara a la República Dominicana, donde vivó durante 14 años, la ligó a la lengua y la literatura española. Por nuestra tierra se pasó en más de una ocasión y mantuvo amistad con poetas españoles.
   Ella ha sido poeta tardía; cuenta que escribió su primer poema a los 42 años y su primer libro de poemas apareció cuando ella ya tenía 48. Yo lo compré en una reedición reciente, hace pocos años, en Berlín. Se llama Nur eine Rose als Stütze (Sólo una rosa como apoyo). Libro pulcro y elegante, del que extraigo el primer poema y lo traduzco para vosotros. Su modo de sentir el exilio, su modo de vivir su tierra, es el de una voluntariosa que se sobrepone a las carencias, el de una valiente que asume su dolor sin derrumbarse.

ZIEHENDE LANDSCHAFT

Man muβ weggehen können  
und doch sein wie ein Baum: 
als bliebe die Wurzel im Boden, 
als zöge die Landschaft und wir ständen fest.
         Man muβ den Atem anhalten,
       
         bis der Wind nachläβt
     
         und die fremde Luft um uns zu kreisen beginnt,

         bis das Spiel von Licht und Schatten,
       
         von Grün und Blau,

         die alten Muster zeigt

         und wir zuhause sind,

         wo es auch sei,

         und niedersitzen können  und uns enlehnen,

         als sei es an das Grab

         unserer Mutter.



PAISAJE TRANSPORTABLE 

Uno tiene que poder marcharse 
y sin embargo ser como un árbol: 
como si permaneciera la raíz en su suelo, 
como si el paisaje se transportara y siguiésemos pegados. 
Uno tiene que contener el aliento 
hasta que el viento amaine 
y el aire extraño empiece a circular en torno a nosotros, 
hasta que el juego de luz y sombra 
de verde y azul 
muestre el viejo cuño 
y estemos en casa, 
donde quiera que sea, 
y podremos así sentarnos y apoyarnos 
como si fuera en la tumba  
de nuestra madre. 


lunes, 15 de abril de 2013

Cumpleaños

   De vez en cuando el féisbuc es un chivato encantador. Lo es en los cumpleaños, por ejemplo. Se agradece, claro que se agradece; ésta es una de las grandes virtudes que tiene la tecnología: su humanísima facilidad para la comunicación.
  Ni de niña ni de jovencita me gustó nunca el día del cumpleaños.  Se me convertía en una losa de preocupación constante el hecho de atender y agradecer cuando siempre tenía el sentimiento agridulce de no saber corresponder a las atenciones y a los regalos que, además, en muchos casos, no solían ser acertados ¡Y una no podía permitir de ningún modo que eso se notara!  Me entristecía que nadie me conociera como para darse cuenta de cuál era mi mundo, cuáles mis gustos, y me entristecía también no poder corresponder con mi alegría al interés que demostraron cuando lo eligieron y me lo entregaron.  De hecho, siempre le tuve cierta pena a M, una amiga de mi madre, por su mal gusto:  yo no podía encontrar nunca la más mínima ilusión por sus estrambóticos regalos entregados siempre con una parafernalia exagerada (recuerdo una terrible muñeca mecánica que fingía hacer punto. Yo la recibí con un enorme pero falso entusiasmo a juego con el suyo que, sin duda, sí era sincero).
  Los años eso tienen de bueno. En mi familia, a partir de ciertas edades únicamente celebramos los días de los Santos, así que he recibido sólo dos regalos materiales y este año han sido perfectos. Se lo han pensado bien, muy bien (gracias, Mädels; gracias, padres) y reconocer esa atención por averiguar mis deseos ha hecho que me sintiera muy querida y eso (y la avalancha de felicitaciones deliciosas) ha convertido el 14 de abril en un excelente día de cumpleaños.
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   Es verdad, han pasado los años y todo tiene su parte positiva. Ahora creo que el mejor regalo del tiempo ha sido el aprendizaje de la vida, ése que vio tan bien Cernuda: la dolorosa inadecuación entre la realidad y el deseo. Por ejemplo, ahora sabe una que el sufrimiento, el de verdad, no tiene belleza alguna; y que por eso mismo no es sano empecinarse en lo imposible. Y así se va quedando una con una vida más estrechita, pero más real, y la va aceptando con entereza fingida y no siempre bien llevada. 

 Chagall,  "El cumpleaños" 

domingo, 7 de abril de 2013

Secuestrada por las urgencias

   No, no he tenido que pasar por ningún hospital. Las urgencias que me tienen alejada de esta ventana (ni escribo ni leo blogs) son las de la vida diaria y, últimamente, la redacción del discurso de recepción como académica de Bellas Artes de mi ciudad, que ya llevo retraso. Yo no me podía imaginar que me iba a resultar tan complicado encontrar el tono y la dosificación de información adecuados: sin que el nivel que requiere tal institución baje, pero sin hacer dormir al público variado que acude a estos eventos... Así que me asomo a dar explicaciones a mi pequeño puñadito de lectores para no acabar perdiéndolos por inanición (por falta de sopita de letras), y me vuelvo a retirar rápidamente al procesador de textos. Buenas tardes tengan ustedes.


Thomas Pollock