Puede que un día te decidas:
o el laberinto, o la estrella
¿qué escogerás?
Leonora Carrington
Llorando de los ojos con un dolor tan grande, así se separan como la uña de la carne.
Yo ya no he podido evitar nunca, cada vez que he comentado el
Cantar del Destierro, ver a mi padre veinteañero, con gafas de
montura oscura y chaqueta gris (el color probablemente me viene de
las fotos con bordes ondulados de los álbumes familiares),corbata
estrechita y delgadísimo, leyendo esos versos. En este recuerdo
inferido, mi padre está de pie sobre la tarima de un aula grande y
fría sosteniendo en una mano un libro de la colección Ebro mientras
imagina un dolor terrible -tan vivamente que pudo impresionar la
memoria de unos adolescentes- sólo porque pensaba en una joven
menuda y rubia: mi madre.