miércoles, 31 de octubre de 2012

Casi un poema

           
               Puede que un día te decidas:
             o el laberinto, o la estrella
             ¿qué escogerás?

Leonora Carrington

domingo, 28 de octubre de 2012

Es curioso esto del arte

   Es curioso esto del arte. Después de visitar la exposición temporal de Gauguin en el Thyssen, me reafirmo en lo que ya pensaba antes (¿o debería decir "sentía antes"?): su pintura me deja fría. No sé cómo explicarlo, no es por su técnica, que desdeña voluntariamente la profundidad, eso no me molesta en otros pintores que sí me interesan. Es, más bien, que su mirada no es la mía; y no porque el mundo que asoma en su obra esté lejos geográficamente, es su manera de sentir la realidad la que me resulta lejana, la que no sólo no conecta con la mía (porque eso no me ha impedido dejarme impresionar por otros pintores), sino que tan siquiera me provoca ni admiración ni curiosidad, ni emoción ninguna -positiva o negativa-. Lo dicho, que me deja fría. Creo que lo que me ocurre es que, aunque el paisaje sea exótico, su manera de mirarlo me resulta obvia y carente de emociones sutiles. Ya sé que parece una barbaridad decir eso de un consagrado, pero como hablo de una impresión muy personal y como, además, a mí hay pocas cosas que me produzcan más rechazo que el papanatismo, me obligo a dejar constancia de ello aquí.


domingo, 21 de octubre de 2012

¿Observar la pena?

    Vuelve a ser día 21. 
   Hace años que leí Una pena en observación. Creo recordar que en ese ensayito sobre el dolor por lo que aquí hemos decidido llamar "cordar",  C.S.Lewis se propone, no mucho tiempo después de la partida de J., escribir los rasgos de su dolor para así aislarlo. Yo no he podido hacer eso. No tan rápidamente. Me lo puedo proponer ahora, cuando hace unos 640 días del golpe. La diferencia está, creo, en que él había tenido unos meses de preparación; estuvo "viéndolas venir" durante un tiempo y, claro, debió de ser tremendo; pero la razón, la cordura, no se resintieron tanto; el cerebro también se "aclimata" a las situaciones. El problema de una ausencia repentina, sobre todo cuando deja tanto dolor en quienes consideras que no deberían sufrir de esa manera  -él tampoco tuvo que ver sufrir a unos padres buenos- es que el cerebro se bloquea, cualquier pensamiento lógico encuentra sus circuitos interrumpidos por un alud de dolor y de desconcierto; nada obedece a nada salvo a la voluntad de seguir con una inercia mínima (la higiene, ir a trabajar, no añadir sufrimiento mostrando el tuyo a los que ya sufren...) pero todo en medio del caos interior más absoluto y como un acto de voluntad esforzadísima. Tampoco yo he pasado por ese proceso que tuvo él de pedirle cuentas a Dios. Pedir cuentas ya supone una mínima capacidad de razonar y algo de energía vital. Mi estado era más bien el de un desconcierto brutal mientras notaba que el dolor invadía cada minúscula parte de mi interior. Está claro que aquello que yo viví fue un derrumbe absoluto de todo lo circunstancial y que la vida, desde entonces, es para mí otra cosa. Ahora sí, ahora que se ha asentado todo, sí que puedo pararme a observar la pena.  

viernes, 19 de octubre de 2012

Presentación en el Goethe de Madrid

   Sólo quiero hoy dar cuenta de esto:   


Me la ha enviado Pedro Gozalbes, de la editorial. ¡Qué paciencia ha tenido conmigo y qué buen trabajo ha hecho con este libro!
 
  En la web del Goethe Institut se informa también del acto, y es a ellos a quienes tenemos que agradecer la organización de esta presentación.

  Y yo, de nuevo, tengo esta sensación que se parece mucho a la de los días previos a un viaje y que es un estado de expectación mezclado con ese miedo extraño e injustificado de siempre.

domingo, 14 de octubre de 2012

Oh, MUNDO

      Hace ya algunos días que tengo el último libro de Jaime García-Máiquez. Ha venido de manos de su hermano Enrique. El volumen me llegaba precedido de las elogiosas menciones que sobre él han hecho en sus blogs críticos y poetas muy serios (a falta de atención a la poesía en general en las páginas de cultura de los medios en papel, los blogs personales están desempeñando ya para ésta la función que cumplían aquellos no hace tanto).
   Me parece un libro interesantísimo, construido sobre dos pilares firmes que yo como lectora agradezco enormemente:  a) una confesionalidad a contracorriente que es el núcleo de su contenido, y  b)  las figuras de contraste hasta el extremo del oxímoron, que son base estructural de gran número de poemas (la cita de Jorge Manrique que abre el libro nos pone ya en situación ("¡Oh mundo! Pues nos matas,/ fuera la vida que diste / toda vida").
   Ya el primer poema termina con un verso concluyente y paradójico (y no es por casualidad el poema frontal del libro): "¡Oh mundo cruel, qué suerte haber nacido!  Algunos de estos contrastes son hallazgos espléndidos como el que encuentro en el soneto VIDA DE POEMA: "un cuerpo en calma para un alma en vilo" subrayando la antítesis con un paralelismo que aparenta ser quiasmo por la paronomasia de calma y alma tan estratégicamente situada  -contenido y estética nunca se contradicen en poesía-.
   Decía que estos recursos son uno de los dos pilares del libro ,junto a su carácter confesional, y debe ser porque Jaime concibe la existencia como un  "trágico equilibrio"  y por eso en ella se va dando "sitio/ al trigo bueno entre la mala hierba", según nos dice en VIVIR DE LA POESÍA (y una vez más subraya aquí la antítesis -cómo no- con un acertado quiasmo).  Esto sólo puede ser así porque el poeta propugna una alegría que se levanta sobre el dolor y las dificultades que no se le ocultan: Jaime no es un simple ni un ingenuo, es sólo un discreto (así se autodefine) reconocedor del Bien en medio del sufrimiento, un buen contemplador de la Salvación. Y yo no quiero ocultaros aquí que uno de los poemas que recordaré especialmente es la antítesis (¿veis lo que os decía?) de la tentación de Satanás. Está en la página 58 del libro.

Por cierto que la camisa de la portada está muy bien traída; y eso que, antes de leer el libro, me pareció una pena porque me encanta la portada que oculta. Y, otra cosa:  cuando vea al autor le preguntaré el porqué del curioso juego de minúscula y mayúsculas del título, que me tiene intrigada. 

viernes, 12 de octubre de 2012

Un recuerdo inferido

...Y, volviendo al Cantar de Mio Cid, un compañero de instituto, profesor de Historia, me contó hace unos años que lo que se le había quedado grabado de este cantar fue cómo mi padre -a la sazón profesor suyo de Literatura- les explicaba en clase la despedida entre Rodrigo de Vivar y Doña Jimena haciendo hincapié en el símil de la uña que se separa de la carne.

    Llorando de los ojos   con un dolor tan grande, 
    así se separan   como la uña de la carne.

  Yo ya no he podido evitar nunca, cada vez que he comentado el 
Cantar del Destierro, ver a mi padre veinteañero, con gafas de 
montura oscura y chaqueta gris (el color probablemente me viene de
las fotos con bordes ondulados de los álbumes familiares),corbata 
estrechita y delgadísimo, leyendo esos versos. En este recuerdo 
inferido, mi padre está de pie sobre la tarima de un aula grande y
fría sosteniendo en una mano un libro de la colección Ebro mientras 
imagina un dolor terrible -tan vivamente que pudo impresionar la 
memoria de unos adolescentes- sólo porque pensaba en una joven 
menuda y rubia: mi madre.





 

 


martes, 9 de octubre de 2012

El héroe discreto

   En clase empezamos a tratar la literatura medieval. Nada nuevo. Todos los años repaso los mismos conceptos, ideología, personajes, temas, ritmos, textos similares... y todos los años pienso que algún día me gustaría escribir un ensayito sobre los personajes secundarios, esos tipos a los que no se les pega el oropel o la purpurina del protagonista, pero que cumplen con el auténtico honor (el que nunca cae en la vanagloria) y a quienes en la añeja teoría del relato de Propp se les llamaba "ayudantes". Lo pienso siempre a estas alturas del temario de bachillerato porque mi personaje secundario favorito es Álvar Fáñez. Siempre admiré a Minaya más que al propio Rodrigo de Vivar (dónde va a parar), me temo que con cierta devoción propia de adolescente enamoradiza. Él es con frecuencia el estratega más afortunado y, además, el que socorre y sana a las hijas del Cid ante los maltratos de los Infantes de Carrión; él es uno de los dos guerreros que defienden en el duelo contra los de Carrión el honor ofendido de las jóvenes en tanto que el propio Cid, tal vez ya envejecido, sólo observa; él es, en fin, el caballero heroico pero generoso que huye de relumbrones y se rige por el amor a la justicia, la defensa del débil, la fidelidad a los suyos... todo con enorme discreción. Como diría mi abuela en tono gadita: "un hombre como debe ser". 



domingo, 7 de octubre de 2012

Guillermo

   Cuando envié Poemas para sobrinos a la editorial había un poemita que estaba dedicado a X. Creo que fue al corregir las pruebas de imprenta cuando pude despejar la incógnita puesto que ya sabía que se llamaría Mencía la personita a la que se lo quise dedicar. Para Guillermo, mi último sobrino, no hay ningún poema en ese libro porque él nació el 20 de enero de 2011. Le debo uno. 
   Si ahora me hicieran alguno de aquellos cuestionarios cursis y absurdos que de vez en cuando aparecían en las revistas para adolescentes hace años (para adolescentes cursis y absurdas, sin duda alguna) y me espetaran:
   -¿Un color? -yo respondería entregada sin condiciones a la cursilería y sin reconocerla:
   -El azul limpísimo de los ojos de mi sobrino Guillermo.
   -¿Un sonido?
   -La risa de mi sobrino Guillermo.
   -¿Un tacto?
  -El pelo increíble de mi sobrino Guillermo  -y acentuaría largamente la "i" de "increíble" sin sonrojo.  
   -¿Un olor? 
   Ahí probablemente me pararía a sopesar que si las hojas de los geranios, que si la lavanda fresca... o el pan recién horneado, o  el chocolate caliente... la tierra mojada por la lluvia... cierto perfume de marca japonesa... Pero, después de pensarlo bien, acabaría decidiendo convencida:
   -Guillermo.

Guillermo fotografiado por su hermana Cristina