sábado, 22 de abril de 2017

la mirada cuántica


 A modo de colaboración en los "Encuentros en la Academia"

Escribí una imagen personal de la Pascua:

 Conforme vamos cumpliendo años, más aún, conforme van cumpliendo años aquellos a quienes amamos, vamos teniendo la sensación, cada vez más ingrata y acuciante, de que la vida se va pareciendo a una especie de tobogán lento, muy lento y bastante mal iluminado. De pronto, nos damos cuenta de que hemos asumido sin saberlo que conviene adornar ese trayecto con algunas distracciones: tareas, amigos, vacaciones, proyectos, citas… todas ellas suficientemente urgentes y convenientemente distribuidas. Se acuerda una, entonces, de Alicia (me refiero a la de El país de las maravillas) cuando cae por el agujero de la madriguera del conejo. Ella, en el aburrimiento de la caída, intenta alcanzar por el camino cosas diversas al vuelo, como un bote de mermelada (por cierto, vacío); se entretiene a ratos en formulaciones de cálculo matemático, o ensaya reverencias... 

Algo así se le figura a una que podría ser la vida, sólo que más morosa, más pausada –al menos en los primeros tramos–; un deslizarse en línea no del todo recta, con una aceleración progresiva y en medio de una densa niebla; una cadena rígida de eslabones contados que son horas, y son días y años irreversibles.

   Pero llega ahora la Pascua y una intuye que creer en la Resurrección de Cristo es como levantar la vista del tobogán y atisbar brevemente entre la bruma un campo enorme, soleado y sin horizontes en el que en realidad nos hemos estado moviendo siempre, sólo que cegados por una mezcla rara de vientos, miedo y calima.

  La física cuántica juega con la posibilidad extravagante de que el tiempo, fuera de nuestras coordenadas  -fuera del tobogán, vamos- no exista.  La física cuántica parece que está descubriendo cuál es la mirada de Dios.



John Ulbrich