miércoles, 30 de abril de 2014

En Moguer

Viernes en Moguer. Qué extraña desolación la de las cosas que sobreviven a su usanza. El traje de chaqueta hueco con la bufanda ya maltrecha de puro abandono, el traje-carcasa gris sin el poeta, metido en la pequeña urna vertical del rincón del dormitorio; la máquina de escribir detenida teatralmente, la invitación de bodas, los zapatitos cuidadosamente exhibidos en su desamparo. Todo eso y, sin embargo, la ausencia de polvo...


lunes, 21 de abril de 2014

Cordando

  Esa clase de virtudes ¿la seguirán distinguiendo siempre, siempre, siempre? ¿Cómo es ser bella allí?, ¿cómo es ser muy inteligente?, ¿la bondad se distingue?



viernes, 18 de abril de 2014

Reconocer la grandeza del servicio

   El sacerdote me sorprendió durante la homilía de ayer. "Ser cristiano es dejarse servir por Cristo", dijo. Parecía una frase traída por pura sofistería para hablar del Jueves Santo, pero ese oportunismo retórico me pareció impropio de mi párroco. Esa frase es la vuelta del revés de la ignaciana "en todo amar y servir a Su Divina Majestad"; sin embargo, por poco que se fije uno, la frase que tanto me sorprendió no es su revés, sino su sabio origen, su lógica causa. 
  Servir debe ser una emanación natural, una especie de efecto de rebosado de la acción de Cristo en uno. De Cristo sabemos que su acción en la Tierra es (ha sido y es) un puro servir al Padre y servir a los hombres: un puro perdonar, salvar y entregar, -hasta donar su vida joven-. El servicio, lo sabemos, no puede ser un acto voluntarista, cuando lo es no es sano sicológicamente hablando. Sólo la emanación alegre y confiada, la emanación por rebosado del servicio de Cristo en nosotros nos hace realmente más humanos, más imagen de Dios (si esto cabe), más completos sicológica y espiritualmente. Ser cristiano es dejarse servir por Cristo, porque esta es la única señal de que reconocemos la grandeza del servicio.
  
Tintoretto

miércoles, 16 de abril de 2014

Minorías, semejanzas, Kaléko

   Hoy me ha dicho E que, según nosequién, los investigadores se acaban pareciendo a sus investigados. Se refería a la investigación universitaria humanística, claro.  Cree que es así, principalmente, porque uno suele elegir para estudiar a aquellos personajes con los que tiene alguna afinidad. Le parece que eso me pasa a mí con Macha Kaléko: que compartimos cierta actitud ante la vida y no pocos rasgos de temperamento. Valentía y sentido de la independencia, mezcladas con vulnerabilidad, es lo que ve en ambas. Yo pienso que compartimos también una férrea voluntad de salvar los obstáculos de la incomprensión; esa es una constante que se deja ver en la obra de Kaléko. Ella, judía en la Alemania del antisemitismo nazi, tuvo muchas razones para sentirse distinta e incomprendida y esa honda soledad trasmina todo lo que escribe. Mis razones, en cambio, no son genéticas; no sé qué raro mecanismo mental hace que yo no pueda dejar de sentirme en minoría -minoría de uno muchas veces-.


sábado, 12 de abril de 2014

Voces

  Entran voces por la ventana. Son dos desconocidos que se muestran felices y despreocupados en otro piso,  ignorantes de que su alegría privada se les ha vuelto azarosamente pública. A mí esta pequeña molestia para mi silencio me ha dado una alegría imprevista: la que sentía de niña cuando me despertaba la voz jovial de mi madre joven, un día sin colegio, hablando en la cocina con la muchacha que le ayudaba en la casa. Ese sonido de la felicidad viene acompañado del olor a bizcocho horneándose y también de la temperatura templada de abril. Ha sido como volver, tras el sueño de la noche, a un mundo en el que todo estaba en orden. Como el aviso de la llegada de una nueva armonía.

domingo, 6 de abril de 2014

Estos, Fabio, ay dolor...

   Visitamos el Yacimiento de doña Blanca, que está aquí, a las afueras de la ciudad. Se trata de un yacimiento arqueológico y es imposible no sobrecogerse ante la evidencia del tiempo paseando entre uno de sus más palmarios estragos. Los restos de un pasado dignísimo se mostraban delante de nosotros acompañados por carteles mal redactados y firmados por la Junta de Andalucía.
   Nos salió al encuentro quien hacía las veces de recepcionista elegantemente uniformado. 
 -Esto es la secuencia ecológica. 
 -¿Cómo? 
 -La secuencia ecológica  -repitió poniendo delante de nosotros un folleto lujosamente editado. Lo cogimos, claro, y, ante nuestra cara de extrañeza, vuelve a repetir ya visiblemente malhumorado:
 -¡La secuencia ecológica!
 -Gracias.
En el primer epígrafe de la preciosa cartulina doblada leímos: "Secuencia cronológica".
 -Y después dirán que estudiar lenguas clásicas no sirve para nada  -murmuraba  E. con sonrisa mal contenida. Y yo, señalando disimiladamente a nuestro amable informador:
 -Estos, Fabio, ay dolor...
Qué mirada tan triste la de la Minerva de Botticelli

viernes, 4 de abril de 2014

Las manías

  No soy animal de costumbres. Rara vez sé qué voy a desayunar al día siguiente, ni si desayunaré primero y después iré a la ducha o lo haré al revés; ni siquiera sé normalmente cuándo voy a cenar. No tengo hora fja para levantarme -aunque tenga que ser tempranera por razones de trabajo, todas las noche cambio la alarma del despertador y es posible que la varíe sólo10 minutos-; aún menos tengo hora para acostarme. No tengo un día para la colada, ni uno para ir a la peluquería; de hecho, me da cierta opresión tener fijadas esas fechas de antemano. Yo necesito cierto grado de improvisación, cierta libertad de maniobra, y asumo el estrés que ello pueda provocarme; peor sería la angustia de tener fijados mis movimientos.  No, no soy animal de costumbres y, sin embargo, hay ratos en los que me siento muy perdida y ciertas manías, determinados ritos, me devuelven a ese hogar sin sitio que tenemos todos dentro: dos bombones, tres o cuatro páginas de Proust, lavarme la cara con agua y jabón (nada de leche limpiadora, por favor), oler un earl grey recién hecho... un par de gestos, elegidos al azar de entre una cortísima lista de manías personales, me resguardan de ese miedo vago que me visita a veces.
Pierre Menard: