lunes, 30 de enero de 2012

H.Bloom, Cernuda y Lorca

   El sábado, en casa de mis padres, leí la entrevista a Harold Bloom que publicó el viernes El Cultural. Pasando por alto ciertos errores gramaticales (dequeísmo, queísmo...) de la redactora, me gustó leer la opinión que el estudioso norteamericano tenía de ciertos autores de nuestra Generación del 27:
   "Mi favorito es Cernuda (...) el poeta de poetas, increíblemente refinado. Lorca es un gran poeta, pero más popular. Yo prefiero leer a Cernuda".
    Completamente de acuerdo, Sr. Bloom, sólo que yo soy más radical. No sé muy bien a qué se refiere cuando dice que es "más popular" (¿lo es en los sonetos del amor oscuro? ¿lo es en Poeta en Nueva York?),  para mí la cuestión es que  Lorca es un poeta de sensibilidad muy primaria, de sensibilidad "depielparaafuera". Sus grandes temas son el deseo y la fertilidad, pero carece, incluso en ellos, de matices profundos. Sus aciertos están en lo sensitivo: un oído excelente para el verso y una imaginería suntuosa que llena los sentidos; lo malo es que, con frecuencia, es una imaginería que se queda ahí, en asombro de los sentidos, y no penetra en las capas más profundas. "La luna vino a la fragua / con su polisón de nardos" ¡cómo me enfada ese tipo de metáforas! Ya lo dije en una entrevista que apareció hace años en Nadie Parecía (desde esta página puede accederse a ella).
    Respecto a Cernuda, absolutamente de acuerdo: uno de los grandes, un grandísimo del siglo XX español.



sábado, 28 de enero de 2012

Contra El Club de los poetas muertos

    Nunca me ha gustado El club de los poetas muertos. Siempre me ha parecido facilona y demagógica, pero hay un detalle que me enfada especialmente de esa película y que hoy he recordado durante una de mis clases en el instituto. En clase, he tenido que razonar con mis alumnos en contra de lo que afirmaba el libro de texto; y, naturalmente, el episodio de la película al que me refiero es aquel en el que el profesor Keating hace arrancar páginas de un libro. Diga lo que diga un libro, no puede un profesor mandar que le arranquen páginas; la misión de un profesor será razonar sobre esas páginas, contraponer argumentos contra esas páginas. No sé si la mejor arma contra la tontería sea permitir que pueda constatarse -a veces pienso que la necedad también es contagiosa-, pero desde luego sí sé que la mejor manera de desautorizar un argumento es exigir la destrucción del contrario.  Quien enseñe a arrancar las páginas que no le gustan de un libro se expone a que se aprenda a quemarlos.


domingo, 22 de enero de 2012

El "tú" de Simon Armitage

      Releo All Points North, un curioso libro de Simon Armitage cuya naturaleza es la de un cuaderno de trabajo que incluye el esquema de una obra que preparaba para la BBC y una serie de episodios que retratan con humor el norte de Inglaterra. Algo vuelve a llamarme poderosamente la atención en su estilo: Armitage crea una empatía con el lector tan fuerte que, en algunas situaciones descritas, todo resulta ridículo excepto el narrador protagonista.

   Me causa admiración esa seguridad, la suficiencia con la que narra los hechos y el espíritu socarrón y crítico que despliega:  el espíritu de quien sabe que la normalidad está de su parte, que la anécdota y los otros personajes son los peculiares hasta la hilaridad. Algo puede tener que ver que la voz del narrador-protagonista adopte la segunda persona, "tú", para designarse en tanto que, cuando quiere señalarse junto a otros, no usa el consecuente "vosotros" sino un "nosotros" que desconcierta; como si, de repente, el narrador-protagonista se desdoblara. Probablemente ahí está la clave: así es como Armitage da por sentado que el lector está con él. El resultado es que la situación queda caricaturizada bajo su mirada prepotente. En realidad no es que me parezca mal el tono de Armitage, es que yo no podría escribir así salvo adoptando una fortísima impostura, me falta seguridad en mí misma, soy incapaz de enfrentarme a un suceso inesperado de esa manera. En circunstancias similares me siento fuera de lugar y, desconcertada, me vuelvo más "yo" que nunca, más ajena al afuera, como replegada en mí -ni "tú" ni "nosotros". Y, claro, es muy distinto decirle a un lector, sea cual sea el personaje, "el mundo y yo" que decirle "el mundo y tú"; y aún más si le insinúas que el mundo y "tú" somos "nosotros".

viernes, 20 de enero de 2012

Una petición muy sencilla

Querido lector, si alguna vez rezas, o si ahora no te importa hacerlo, te pediría una oración por el alma de Cristina, mi bella, inteligente, generosa hermana, y por la paz de todos los que llevamos ya un año echándola tanto de menos.


Gracias.

domingo, 15 de enero de 2012

Un pájaro negro


La palabra no tiene una frecuencia inusual en este libro de ritmo heptasilábico (el de las endechas y los hemistiquios de los melancólicos alejandrinos) que es Pájaro negro de Ángel Mendoza (Siltolá, 2010). El poeta visita, casi de manera alternativa, su pasado y su futuro para contraponerlos. El libro es así una estoica aceptación del poder arrasador del tiempo en la consciencia de que la vida, ese pájaro negro, no se detiene. No por abundar en los símbolos sutiles de la muerte (oscuridad, otoño, tarde…) el libro resulta obvio ni prescindible; muy al contrario, Ángel Mendoza maneja a la perfección la iconografía común para construir emociones reales y vívidas ahondando en el dolor que todos reconocemos, ése que nos produce saber que ha de venir el momento "cuando se pudra el día", como escribe en "NADA", porque en esas vivísimas y muy acertadas imágenes, junto al ritmo perfecto de los versos, está la clave de un buen libro de poesía y éste, sin lugar a dudas, lo es. El pájaro era ya un símbolo personal de Ángel Mendoza que evocaba la vida, pero hasta este reciente libro, sus pájaros siempre venían acompañados de la luz; el transcurso de los años se la ha quitado. Entre el fantasma de un padre anciano y enfermo y el contrapunto de una niña pequeña (la hija del poeta), traza el pájaro negro el itinerario de la vida y el hombre maduro lo observa con resignación sabia. Y, para muestra, un botón: 

                      PRIMA LUCE

             Los días ya no vienen
             con rumor de bandera,
             con nombre de país reconquistado
             a los colmillos de la tierra negra.

             No porque yo no sueñe
             con sus flamantes telas
             rasgando el gran azul, temblando el aire,
             latiendo de verdad, dejando señas
             del regreso del sol, de que sus armas
             fulminarán con luz cualquier tiniebla.

              No porque no me deje la vida en esperarlos.
              No porque yo no quiera.






                                                                                (Foto: Agustín Povedano)



martes, 10 de enero de 2012

La literatura y el terror

A mis alumnos les encanta la literatura de terror, de vampiros chupasangre para arriba. Me preocupo por sus gustos para buscarles lecturas que les interesen y, nada, ya ni siquiera las chicas le disputan al terror su primacía reclamando algo sentimental, no sé, una novelita de amor de esas de siempre. Esta juventud...  Tal vez mis alumnos tienen tendencia a lo ancestral, vamos, que me parece a mí que tienden en sus gustos a lo primitivo. Los cuentos tradicionales se han basado siempre en el miedo, de eso no cabe la menor duda, y los seres humanos no sabemos vivir sin el miedo, lo generamos a la vez que intentamos protegernos de él.  Al miedo se le atribuye una misión defensiva y por eso no tiene más remedio que ir en nuestro ADN, en alguno de esos buclecitos que compartimos con los animales; por eso, si no hay un enemigo externo al que temer, lo inventamos. Lo mejor, desde luego, es un miedo colectivo; nada une más que un enemigo común. En realidad, pienso, en todas las épocas, este atavismo ha seguido movilizando a los lectores. Los románticos supieron integrar al mal, al enemigo, en la propia naturaleza del hombre y no por ello el enemigo fue menos peligroso (Frankenstein, Mr. Hyde...). Los grupos sociales se siguen movilizando hoy con el miedo y, así, en los últimos años, hemos sentido temor por la desaparición de la capa de ozono, por el cambio climático, por el imperialismo yanqui, por la amenaza islamista o por la mano negra... Parece que el miedo es el motor más poderoso de la humanidad, más que el dinero y, de entre los poderes, el poder más eficiente.
De pronto quise decirles que, en realidad, toda literatura en lo más íntimo, surge del miedo y contiene el miedo. Me mordí la lengua y por eso he venido aquí a contarlo.








viernes, 6 de enero de 2012

Para Epifanía, el poema de Ángel Mendoza


    LOS REYES DE LA CRISIS



No sé por qué me querrán
tan poco los Reyes Magos.
Si les pido videojuegos
me escriben que son muy caros,
les pido el mejor balón
y me traen el más barato,
llevo queriendo una bici
desde los dos o tres años.
¡Mira que me porto bien
mira que les hago caso!
Estoy pensando en volverme
canalla, pegón y vago.

(Ángel Mendoza, diciembre 2011)



jueves, 5 de enero de 2012

Poesía y poema

El poema, el buen poema, el que está suscitado por una emoción verdadera y consigue provocar una emoción auténtica, aunque como poema sea intocable, como poesía (esto es, como emoción) no permanece, sólo vuelve a existir cada vez que es leído. El poema permanece inmutable, es una construcción; pero la poesía es humana y personal y cada vez tiene matices nuevos. Su verdad, algunas veces, brilla un instante como un relámpago y, como relámpago, nos ilumina; algo así como operaba la magdalena en el niño de Proust.