jueves, 28 de noviembre de 2013

Nubes

   Pasan hoy las nubes, plomizas, deshilachadas, como una cabalgata de espectros en marcha hacia poniente. Al fondo, en el hueco que deja libre mi horizonte de azoteas, ha empezado a dibujarse una geografía de cordilleras casi transparentes y delicadísimas; sobre ellas un dragón lánguido se despereza. 
   A mí me gusta el invierno; me gustan los braseros, el efecto de un té caliente al volver a casa tras el frío, me gusta el olor de las castañas asadas y los edredones espumosos y calentitos, me gustan el silencio en el aire de noviembre y estas nubes de blandura movediza, diligentes fantasmas fabulosos deslizándose hacia dónde.

John Constable

martes, 26 de noviembre de 2013

·..una tinaxa de agua

INTRAHISTORIA

El hongo de Hiroshima.
El ENLAC, con sus 16.000 lámparas de vacío.
La fulgurante Guerra de los Seis Días.
El Voyager planeando sobre Júpiter.
La caída del muro de Berlín.

Y gira y gira el tiempo
como una campana enloquecida:
años, años, años
hacia atrás.
                 Y se detiene
en España. Castilla. Era del Señor
de 1376:

"Doy fee de los averes de la defuncta
Antonia Huete:
una sillica,
un crucifixo,
una tinaxa de agua".


   Dejo aquí constancia de este poema de Vicente Sabido que me ha emocionado tanto, con su enumeración de sucesos relevantes y el contraste con la pequeña realidad personal, que es igualmente trascendental pero que atañe a la intimidad y sólo a Antonia Huete (y ahí el título, imprescindible para asegurarnos la correcta lectura del poema); y me parece que la concreción de la pobreza y de la persona (Antonia Huete) me toca más significativa delicadamente que los hechos atroces o magníficos de la primera estrofa, tan tremendos que neutralizan los matices del sentir. Y creo que el Voyager y la caída del muro de Berlín son asunto de la épica, pero que la poesía, la poesía auténtica, está en la intimidad pobre de Antonia Huete.

Jorge Gallego García

domingo, 24 de noviembre de 2013

Tobogán

   Ando mal de tiempo. Sigo con atrasos de compromisos y de trabajo; y qué decir de las lecturas más deseadas... Como siempre, los días se suceden en una especie de tobogán en el que la caída es cada vez más rápida y -lo que es peor- detrás de mí viene... ¡la gordita de la clase!, con los pies por delante y ganando velocidad a cada tramo. La imagen del tobogán es la que mejor cuadra ahora porque me asusta sentir la aceleración que van alcanzando los días y, además, me apresuro tobogán abajo temiendo que el enorme fardo de las tareas asumidas y sin terminar me dé alcance y acabe por aplastarme. 
    y, a pesar de todo, me paro unos minutos y escribo esto.

Matisse

viernes, 22 de noviembre de 2013

21 de noviembre

   Con el tiempo, el dolor de siempre se te olvida a ratos largos y ese es un dolor nuevo, más apagado y más triste.


domingo, 17 de noviembre de 2013

El último concierto

  Vimos El último concierto y la conversación que tuvimos después me ha hecho pensar que tal vez nuestras preferencias estén originadas en el reconocimiento de tics personales fuera de nosotros. Al menos las mías lo están. Supongo que esta vez me dejé llevar del orgullo de los pedantes y oír recitar, nada más empezar la película, los primeros versos de los Cuatro Cuartetos de T.S. Eliot ya me dejó entregada; que el eje alrededor del cual giran todos los conflictos fuese la música clásica (y aún más, un pequeño grupo de instrumentistas de cuerda) me acabó de hacer una entusiasta de lo que veía y escuchaba. No cabe duda, esas subjetividades y la música de Beethoven, y el ambiente delicadamente vivo que recoge la fotografía, la interpretación de quienes fingen tocar realmente la viola, el chelo, los violines... Todo colaboró. 
  E. me despertó de mi limbo de afectación al ponerle una pega a lo que acabábamos de ver: "Falla la narratividad, ¿no sientes que la escena final se precipita?". No entendí entonces la pega que le ponía, pero ahora creo que tenía razón. Yo no me daba cuenta entregada como estaba a la mezcla de emociones y al gusto por una trama que hilaba a Beethoven con las mezquindades de los artistas, los versos de Eliot con las teorías del arte que iban salpicando los personajes. Es verdad, en la película, de pronto, todos los nudos se aflojan y el primer violín cede a la propuesta del segundo, la esposa burlada acepta el beso del marido infiel, la joven que había roto su relación aparece cercana y condescendiente y la chelista que no acababa de ser aceptada y que no había ensayado con los otros ni una sola vez se integra milagrosamente; todo ocurre como si el escenario del concierto fuese el palacio de cristal de aquella maga Felicia de La Diana a donde todos los aquejados de desamores varios acuden a beber sus aguas recomponedoras. Lo que pasa es que esa tesis del concierto reparador sin que se nos haya dado un sólo síntoma previo, no resulta verosímil. No, por mucho que tenga una un elevadísimo concepto del poder del arte.

Fotograma de la película

sábado, 9 de noviembre de 2013

Cansancio reparador

   Semanas como esta le hacen a una identificarse con esos esforzados caballistas que participan en carreras en las que, además, han de ir recogiendo conos del suelo o ensartando argollas encintadas que les obligan a contorsiones precarias a galope tendido. Estos acelerados equilibrios con las horas han sido, a la vez, agotadores y gratificantes porque se han visto llenos de reencuentros y propuestas. No os extrañe que quiera definir el resultado de la semana con un simple oxímoron: sí, me levanto hoy sábado con la sensación de que estos días me han supuesto un maravilloso cansancio reparador.

Van Gogh