viernes, 21 de octubre de 2016

Y la vida continúa

   Vuelve a ser día 21 y vuelven a estar las horas rebosando ocupaciones, pero procuro exprimirlas como una balleta, con fuerza y coraje, para sacarles los minutos necesarios y seguir marcando los hitos del cordar permanente. Después los dejo en esta ventana a que se aireen. Hoy son estas palabras de Péguy que entresaco de un libro que nos ha dejado nuestro amigo Diego:
"Es de verdad un gran misterio esta especie de atadura de lo espiritual con lo temporal: casi podríamos decir que es una especie de injerto misterioso"
Georgia O´Keefe


jueves, 20 de octubre de 2016

Raúl Pizarro: Estar aquí

    El poeta Raúl Pizarro ha tenido a bien proponerme estar implicada en el acto de la presentación de su nuevo libro, Estar aquí, mañana, en su ciudad natal, a la que yo también quiero mucho y que ha dado y sigue dando tanta buena poesía: "Estar aquí" es un título excelente para un excelente libro de poesía; o debería decir de poesía, a secas, que eso tendría que bastar, porque tiendo a pensar que la única poesía es la excelente, otra no existe, otra no es: no hay poesía sin excelencia.

    Decía que me parece un título excelente porque a mí me recuerda a un maravilloso haiku de Issa que me atreví a traducir en esta ventana a partir de una versión al inglés de Robert Hass:

qué extraño es esto
estar viva y aquí
bajo el cerezo en flor.


    Y es que hay algo de sensibilidad oriental en estos poemas, Raúl, o a mí me lo parece, porque no son otra cosa -y no son menos- que una enorme sensibilidad para la maravilla que se esconde en lo cotidiano y -lo que es la clave de todo poema y la clave de la poesía misma- una enorme sensibilidad para sacar, a golpe de palabra, la maravilla oculta en el maremagnum de la vida más o menos anodina y rescatarla de su invisibilidad, darle presencia por medio de unas pocas palabras, de unos breves versos. De hecho, retener lo irretenible, rescatar lo irrescatable de la corriente del tiempo es la obsesión, creoo yo, común a estos poemas: algún momento de la infancia de sus hijas (que crecerán, que están creciendo), las primeras presencias del otoño, la paradoja del almendro, la fragilísima gota de rocío, las ciudades habitadas brevemente... y de fondo, como un bajo continuo, la amistad, la familia, la culpa... 

   Será mañana en el Claustro de Sto Domingo en Jerez, mañana a las 20:00 y contará con la presencia muy activa de Tony Ramos y Miguel Ángel Muñoz.


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domingo, 9 de octubre de 2016

El Ciervo

   Del último número de la revista El ciervo:

-Dice de la poesía Irazoki en Orquesta de desaparecidos  que es "una intensidad de la mirada que despierta la conciencia".

-Dice Norbert Bilbeny en el artículo "El quién que lo precede todo": "Uno, temerario, piensa que la verdad es alguien."

- Dice Cecília Meireles en traducción de Marie-Christine del Castillo:
      
        "Mis días fueron aquellas granadas bruñidas
        colmadas de color, jugo y compacta dulzura.
        Y aquellas dalias, redondas colmenas
        henchidas de abejas y de viento y de horizontes.
        Mis días fueron aquellas oscuras raíces
        esclavas caminando bajo tierras humildes.
        Esas rosas duramente construidas
        y de pronto sopladas por labios displicentes.
        ¡Ah! mis días fueron aquellos sobrios cactus
        de rara flor coronada de coronas de espinas.
        Mis días fueron estos altos y fuertes muros,
        peso de enormes piedras y cansado límite,
        donde posaban soledades, engaños, verbos
        con una radiante constancia de mariposa"

-Y Andreu González Castro me incita a comprarme La conjura de los ignorantes de Ricardo Moreno Castillo (Pasos perdidos, Madrid, 2016)

Y más cosas, y más cosas...





domingo, 2 de octubre de 2016

Maneras de mirar (25): "El peso de la sombra" de Amalia Iglesias

   "EL PESO DE LA SOMBRA"

Dejando atrás la tierra                                                           curtida por la escarcha,
el escalón del miedo  
hincado como estaca                            
                    al borde del sendero

para no olvidar nunca 
lo que linda una oscura frontera.
Vuelven los pasos 
a los valles propicios, 
a remontar de nuevo                                
                  los ríos de otra infancia.
Las mismas calles guardan 
el fragor de la culpa 
y tu sombra arrastra ahora, 
añadida a su peso,                            
                 la luz del otro lado.
Tu sombra va dejando 
un rastro en el camino, 
la senda señalada,
                     porque Lázaro sabe                                           que habrá de regresar                                         después de todo.


              ( Amalia Iglesias, Lázaro se sacude las ortigas, 2005)




   Alguien se marcha, abandona un lugar inclemente ("tierra curtida por la escarcha") e inicia toda una aventura marcada por la incertidumbre y la inseguridad ("el escalón del miedo/ hincado...") en un viaje a lo desconocido ("lo que linda a una oscura frontera"). Pero en ese viaje se revive el bienestar de la infancia, su virgen vitalismo... Sin embargo, abordar el pasado en ese recorrido, pasa cierta factura: la vida ya no es el lugar al que se accede con ojos inocentes, sino al que se llega ya desde "la luz del otro lado", que no hace sino añadir sombra a su sombra, peso a su peso.
   Al leer el poema como aquí en esta ventana, aislado del contexto del libro del que lo extraigo (y la poesía puede leerse así, es lo que tiene el género), el lector va reconociendo en estos versos, en estos símbolos, las distintas emociones de quien abandona un lugar o un tiempo gastado por sus propios sinsabores, esperando encontrar un espacio o un tiempo aún limpio de sí mismo donde empezar de nuevo... pero eso es imposible. Y ahora pienso en el famosísimo poema de Kavafis que termina:
 Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no lo esperes-

no hay barco para ti, no hay camino.

Así como tu vida la arruinaste aquí

en este rincón pequeño, en toda la tierra la destruiste.

   Nos habla, además, si seguimos en esta lectura del mismo, de un trayecto en que las lindes están difusas: las únicas lindes constantes son las del miedo que bordea todo el camino (vv. 3-7). ¿Cuándo creemos dejar atrás lo que no queremos? ¿Cuándo descubrimos que en realidad nunca volveremos a recuperar la mirada de la infancia para las cosas? (vv. 8-11).  Sólo un indicio métrico marca esa oscura frontera (v. 7), vale decir " difusa" por "oscura". Me refiero a que el poema entero se mantiene en el ritmo acentual de heptasílabos y endecasílabos (los versos son todos reajustables en estos periodos con acento en sílaba 6ª) salvo un único verso, el que habla de la "oscura frontera" porque, pese a su acento en sílaba 6ª no cabe recomponerse en estos metros clásicos puesto que él solo mide 10 sílabas, saliéndose así levemente del esquema culto tradicional en el que están inmersos los restantes. Ese es el verso que marca, el que imperceptiblemente avisa, de que no todo es llano, no todo es traspasable: la frontera existe aunque sea "oscura", aunque no sepamos verla con facilidad.  
   Pero en el poema de Amalia Iglesias hay más lecturas, no se agota en ésta que abunda en el tema de Kavafis con maestría y sensibilidad propias y valiosas. Los tres versos finales convierten este poema en una cajita preciosa de ambigüedad. Son tres versos independientes que abandonan el "tú" del punto de vista del poema para sustituirlo por un nombre propio en tercera persona (Lázaro, nada menos, el resucitado) reintegrando así el poema a la significación total del libro, que el título del volumen se encarga de que no olvidemos: el tránsito de la muerte a la vida. En este preciso momento el lector no sabe si los tres últimos versos son una alegoría de ese proceso que acabamos de leer y que abunda en el tema kavafiano, o si, por el contrario, todo lo que hemos leído no es más que una descripción de las lindes entre la vida y la muerte. 
  Sobre todo nos dejan estos últimos versos con la sensación de que el poema, con el giro final que incluye el paso del "tú" a"Lázaro", nos está recordando que todo el libro habla de nuestras incursiones en el misterio para las que las pequeñas lindes (las parcelas que ponen a la realidad las palabras para poder señalarla) son siempre insuficientes, "oscuras", y habría que aprenderlas desde la nada o desde el olvido, como hicimos con el lenguaje en lo que Iglesias señala como "los ríos de otra infancia".


Samuel Palmer