domingo, 24 de diciembre de 2017

¡FELIZ NAVIDAD 2017!

¡Voy a hacer algo nuevo. Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta?
Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares
desolados. Me honran los animales salvajes (Is. 43,19-20)



Pone mi hermano Ignacio
un río diminuto.
Senderos de serrín se desperezan
sobre un puente de yeso: un camino.
Ovejas y carneros hacia el puente
sortean las rocallas y el molino.
Herodes, a lo lejos, sin moverse;
polluelos van llegando ya, en racimos,
a la luz que ha dispuesto en el pesebre
y que está iluminando justo un sitio.
Bajando una colina que es de corcho,
hay camellos que intuyen lo impreciso;
y una mula y un buey y unos ratones
se cobijan en manso regocijo.
No sabe Ignacio que alza cada año,
al disponer las bestias hacia el Niño,
un misterio de Dios que no se agota:
los símbolos remotos de otro símbolo.





Domenico Ghirlandaio






sábado, 4 de noviembre de 2017

Palabras

 

   "Hay palabras que, más que decir, dejan oír, esas son las que busco". 

    Esto escribe José Mateos en su reciente libro Un mundo en miniatura.  Y yo me apunto a esa batida.


Paolo Uccello




jueves, 2 de noviembre de 2017

Refundición o redefinición

     He tenido esta ventana, digamos que, con los visillos echados durante los meses en los que releía e inerpretaba el concepto de tradición en Eliot o la técnica de la alusión literaria. Me decido a asomar a ella hoy, al hilo de esas ideas, una verdad que me es más verdadera precisamente este día, el de los difuntos (en realidad no tenía por qué, será cosa de mis asociaciones de ideas). Se trata de unas palabras recién leídas en Las olas muertas de Enrique Baltanás:

               "La poesía es un alma cargada de pasado"


Gianfilippo Usellini

domingo, 24 de septiembre de 2017

Baudelaire y Munárriz


FLORES IGUAL DE FRESCAS


Las flores del mal. Charles Baudelaire
Versión de Jesús Munárriz. Ed. Bilingüe. Colección Poesía Hiperión, 700.
Madrid, Hiperión, 2016


Traducir y publicar de nuevo un hito de la literatura contemporánea (el propio traductor-editor de esta versión ha contado una veintena de versiones en el mercado ) tiene mucho de declaración de principios. De las dos páginas que, a modo de breve epílogo final, cierran el volumen pueden inferirse precisamente algunos de estos principios, a la vez que el interés por esta nueva traslación a nuestra lengua de la obra cumbre de Baudelaire. 


Las flores del mal, por ser el reconocido punto de inflexión de la Edad Contemporánea de la poesía, tenía que estar en el catálogo de Hiperión. En ese sentido, misión cumplida y cumplida con excelencia. La obra de Baudelaire es el texto de partida de prácticamente toda la poesía occidental del siglo XX, la primera que incorpora la ciudad como ámbito central del poema lírico y la primera en sentar de una vez por todas, y ya definitivamente, que el concepto de belleza aplicado al arte es, cuanto menos, un malentendido.  Por otro lado, esta nueva versión de la obra supone implícitamente una concepción muy determinada de lo que significa la traducción en el campo de la recepción de las ideas estéticas, esto es, postular que también las traducciones de una obra puedan ser tan hijas de su momento histórico e ideológico como lo son las propias obras originales, lo cual es una cuestión no baladí. Las traducciones se llevan a cabo para los nuevos lectores y de algún modo responden al momento estético en el que han sido hechas, de la misma manera que los textos originales han de ser juzgados primeramente por sus aportaciones al momento en que aparecieron por primera vez, aunque el tiempo y las sucesivas lecturas los enriquezcan y los acaben poniendo en su lugar.

Se opta en esta versión por el respeto al metro original. El hecho está no solamente justificado, sino también recomendado por el formalismo clásico de Las flores del Mal que tanto contrasta con el carácter subversivo de sus temas y que constituye uno de los sellos fundamentales de la obra. Se acoge sin embargo al verso blanco, elección que ya había hecho Luis Martínez de Merlo en su traducción de 1991. El criterio, naturalmente, fue distinto en 1948, fecha en que la argentina Nydia Lamarque dio a la imprenta una versión (la primera en nuestra lengua de la obra completa) que respetaba incluso la rima de las estrofas del francés. Eran otros tiempos. 

Munárriz prefiere también seguir la estructura de la edición francesa de 1861, por considerarla la más completa revisada en vida de su autor, pero, para completar el conocimiento total de la obra, añade después los seis poemas censurados en el texto original de 1957 así como los poemas que parecían completar la totalidad de la obra y que fueron añadidos por los editores inmediatamente posteriores. La versión que presentamos enriquece, además, esta publicación con un útil índice de nombres. 

Es importante señalar que esta traducción ofrece, en cuanto a la sintaxis y a los giros lingüísticos, una frescura que, precisamente por su ligereza, resulta más fiel al texto de Baudelaire para el lector de nuestros días. Que opte por actualizar “esplín”, sustituyendo el extranjerismo spleen habitual en versiones anteriores, puede ser un rasgo muy significativo del tono que alienta esta edición.

 En las traducciones poéticas siempre se juega con efectos de matiz, la cuestión está en acertar con ellos, como es el caso. Cuando se trata de acercar al lector de nuestros días esa mezcla de ritmo convencional y desparpajo insólito que hicieron grande una obra como la que tenemos entre las manos, estos matices resultan fundamentales.



Inmaculada Moreno 
(Publicado en n. 3 de Pliegos Sueltos de la Academia, mayo-2016)

F. Kupka



jueves, 27 de julio de 2017

Lo que son las cosas

 Resulta que anda una releyendo los versos de aquí abajo y por la tarde se encuentra con el óleo que retrata al padre del autor mencionado en el poema (el segundo por la izquierda, algo más abajo), cuando participó en la Conferencia de Somerset House, aquella que firmó la paz de la Guerra anglo-española de 1585-1604. Los de la fila de la izquierda, los españoles; los de la derecha, los ingleses. ¿Sería ese sepulcro el que visitaba su hijo en el poema? ¿Moriría alguno de los dos "por esos ojos"? Apuesto a que no.

EL POETA JUAN DE TASSIS DESCRIBE LOS SEPULCROS


Vencido queda el arte del deseo
en lugar de mi vida.
Necesario es que ordene las monedas
para la eternidad, ya que tan sólo
me queda contemplar cuanto se extingue
para bien de las literaturas,
de su hojarasca errante. Y es un don,
sobre todas las cosas, no hallar miedo
en aquella palabra que se dijo
con cierta frialdad, de igual manera
que en las losas que miro los nombres permanecen
por mano del oficio, lo que es sólo
noticia de una escasa devoción,
pero no falso en arte.
A ser morir, morir por esos ojos
en este escrito al menos. La tristeza
de no conmemorar cuanto he perdido, como destino
dudosamente expreso en las estrellas
de esta noche indistinta, dispone ya su herencia,
su tributo, ante mí.
Si algo con luz se da, lleve al conocimiento
del esplendor y de una farsa antigua:
se hace tarde la vida, y es un azogue en blanco,
y muy lento es vivir, y es la tiniebla.
Caído sobre el trono de la muerte,
discurso hace el temblor de cuanto amaba.

               (Felipe Benítez Reyes)

De firma apócrifa en la National Portrait de Londres




viernes, 7 de julio de 2017

La casa

Las casas que son de paso, tienen olores particulares: la falta de hogar huele. Hay en ellas algo de resto rancio, ambientador barato y cañería seca, a veces una mezcla de objetos huérfanos y otro poco de gris apurgarado. Es el olor del abandono. Los olores son como las plantas, si no pueden estar el tiempo suficiente en un sitio, no echan raíces y se marchitan; se convierten en cadáveres de olores.  Especialmente las que tienen moqueta, como esta que lleva ya un tiempo cobijándonos. Procuro dejar un poquito abierto el bote de mi crema corporal en el dormitorio y a veces recurro a meter la nariz en mi neceser para sentir olores vivos. Hacer pronto café y poner pan a tostar es un remedio eficaz. El café y el pan tostado acaban con los olores hospicianos más rebeldes.
  Llevamos más de un mes en ella y creo que ya ha vuelto a sentirse viva. Ya ha aprendido a retener nuestros rastros, y el armario ya no trasmina desolación, sino el detergente mezclado con el olor de nuestros cuerpos, crema corporal y sacapuntas. 
 Todas las casas tienen un olor propio que no se repite nunca porque suele ser el resultado de las sucesivas circunstancias que las recorren como fantasmas errabundos: comida, cremas, jabones, las huellas de los cuerpos de quienes las van ocupando y hasta  las telas y maderas. Eso es así. Cuando dejemos esta casa, sé que el olor inicial viajará con nosotros en nuestras maletas. Nos reencontaremos con él al abrirlas en el hogar, y será una especie de souvenir involuntario, el rastro pertinaz e impalpable de una vida prestada.


Duane Keiser


lunes, 26 de junio de 2017

Hace veintiocho siglos: exhortación a la escritura

   Son unas palabras privadas que una mujer envió a otra en el siglo VII a. C. exhortándola a la escritura.

  Conmueve algo tan familiar, tan circunstancial, expuesto dentro una fría vitrina en el siglo XXI, en un museo que recorren multitudes a diario.

  Conmueve porque es un testimonio parcial y pequeño que fue guardado en una biblioteca cuyo intento intento fue compilar todos los saberes: la biblioteca de Arsubanipal.

  Conmueve leer estas palabras pequeñas en medio de los restos de tanto monumento enorme.

  Conmueve por la tierra en la que fue escrita.


lunes, 1 de mayo de 2017

Un reflejo en el agua

     Invirtamos los términos y digamos que hay sensaciones tan primarias como un tachón en rojo. Otras tan ricas y sutiles que participan en gran parte de la inteligencia y tienen la paleta de un reflejo en el agua.


Brian Blackham










sábado, 22 de abril de 2017

la mirada cuántica


 A modo de colaboración en los "Encuentros en la Academia"

Escribí una imagen personal de la Pascua:

 Conforme vamos cumpliendo años, más aún, conforme van cumpliendo años aquellos a quienes amamos, vamos teniendo la sensación, cada vez más ingrata y acuciante, de que la vida se va pareciendo a una especie de tobogán lento, muy lento y bastante mal iluminado. De pronto, nos damos cuenta de que hemos asumido sin saberlo que conviene adornar ese trayecto con algunas distracciones: tareas, amigos, vacaciones, proyectos, citas… todas ellas suficientemente urgentes y convenientemente distribuidas. Se acuerda una, entonces, de Alicia (me refiero a la de El país de las maravillas) cuando cae por el agujero de la madriguera del conejo. Ella, en el aburrimiento de la caída, intenta alcanzar por el camino cosas diversas al vuelo, como un bote de mermelada (por cierto, vacío); se entretiene a ratos en formulaciones de cálculo matemático, o ensaya reverencias... 

Algo así se le figura a una que podría ser la vida, sólo que más morosa, más pausada –al menos en los primeros tramos–; un deslizarse en línea no del todo recta, con una aceleración progresiva y en medio de una densa niebla; una cadena rígida de eslabones contados que son horas, y son días y años irreversibles.

   Pero llega ahora la Pascua y una intuye que creer en la Resurrección de Cristo es como levantar la vista del tobogán y atisbar brevemente entre la bruma un campo enorme, soleado y sin horizontes en el que en realidad nos hemos estado moviendo siempre, sólo que cegados por una mezcla rara de vientos, miedo y calima.

  La física cuántica juega con la posibilidad extravagante de que el tiempo, fuera de nuestras coordenadas  -fuera del tobogán, vamos- no exista.  La física cuántica parece que está descubriendo cuál es la mirada de Dios.



John Ulbrich

sábado, 4 de marzo de 2017

Pósit (inédito)



Te dedico la noche:
el enjambre de miedos y deseos
que entremezclan los sueños;
y la mañana ardua
de luz intransigente;
y también los ocasos,
terribles y opalinos como estanques,
por los que procesionan
mis no pocos fantasmas 
arrastrando
el poso de los días.
Te dedico las tardes,
pastosas en su calma
–y aquellas de las prisas y los coches–.
Y sobre todo, amor, y a todas horas,
te dedico
las palabras insulsas,
arenilla que riega el desayuno
y los trayectos cortos por la calle,
esos frágiles pósits
que pretenden
adherirse a tus días.

Jacqueline Osborn



domingo, 26 de febrero de 2017

Volar

   Nunca he soñado con volar. ¿Significará algo?  De hecho siempre me atrajo más el Peter Pan que lidiaba con su propia sombra que el que sobrevolaba el Big Ben y las nubes; el que intentaba medir los límites de sí mismo, más que el que observaba a los demás espada en mano desde el tejado.
   Lo cierto es que no temo las alturas, pero está claro que no me tienta la vista desde el cenit, la mirada lejana de las cosas, desde fuera de mí y sin que me rocen. Prefiero el confort curioso de visitar y hacerme visitar por lo que me rodea en un tú a tú que me defina mientras define aquello a lo que pertenezco. 
   Probablemente esta rareza no lo sea tanto y no suponga más que otra manera de autoafirmarse una.


Durero

domingo, 19 de febrero de 2017

Febrero

   El árbol tiene el ramaje pardogrisáceo y sarmentoso. Es mi árbol ascético de todos los inviernos, el de la firme adustez que esconde una magnificencia de raíces.  Por las mañanas, los gorriones revolotean a su alrededor y dan la apariencia de envolverlo en un hilo invisible. A veces se posan en una ramita precaria simulando anudar delicadamente el hilo de su red misteriosa y hablan entre ellos: -¿te parece bien aquí?, ¿te hace daño?-  He llegado a pensar que ese hilo existe, que es el que preserva la corpulencia seca de los desmanes de febrero y sólo ellos, los pájaros y el árbol, están en el secreto.

María Kitano

domingo, 12 de febrero de 2017

Asentidores

   El asentidor, nueva profesión mediática. La ejerce siempre alguien situado tras el orador político. ¡Recuerda tanto a aquella señorita circense, ligera de ropa, que aparecía en el escenario sólo para señalar, hiperbólica y muda, el engaño vistoso del prestidigitador! 

Chagall