sábado, 17 de mayo de 2014

Interior con ventana

  Me recuerdo sentada en un sillón orejero de la casa de mis padres. Es probablemente primavera, una tarde de brisa suave de poniente (el sonido del aire en el jardín era el de hoy, estoy segura). Por la ventana que está frente a mí, entra una luz de  papel cebolla: de un blanco denso, casi turbio, quiero decir. Yo tengo en ese momento un miedecillo inexplicable, una punzadita de desvalimiento no reconocido. Quizá atardece.  Recuerdo después un raro abaniqueo de la luz en la ventana (es la falsa pimienta meciendo las ramas) y la voz de mi padre jovial que se acerca desde fuera a las contraventanas abiertas y pasa de largo... Y entonces es el desvanecimiento del miedo pequeñito, y una confianza alegre llega con esa voz que se me vuelve escudo y manta.

Matisse

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