domingo, 17 de mayo de 2015

Mala poesía

   Estoy empezando a pensar que hay muchas formas de escribir un mal poema. Una muy concreta pasa por el uso de la adjetivación: el poema malo propende a la adjetivación útil, es decir, a la que responde a aquello que el poeta en cuestión considere "poético, " y eso cambia con los tiempos, claro.  Para los más tradicionales, la adjetivación útil en términos poéticos es la consagrada por la recitación conocida  (que en estos días sería algo así como escribir "gentil", "purísino", "pálido"... con cierta frecuencia); para los iluminados por el surrealismo, la adjetivación útil es la irracional (y a modo de ejemplo aquí cabría cualquier despropósito, cualquiera, que en eso consiste la cosa). Un poema decente, sin embargo, nos pide su adjetivación única, quiero decir, aquella que califique imprescindiblemente la realidad hasta hacerla ella misma, hasta señalar su singularidad reconocible, hasta iluminarla con la luz sólo suya, la luz que la haga nueva no para el lector, sino nueva respecto a la manera de ser nombrada; debe ser la que señale lo que el lector conocía sin saberlo, lo que provoque la revelación de la cualidad que ya era para esa realidad única.
 Sí, estoy convencida, hay muchas maneras de escribir un mal poema, pero, entre ellas, la adjetivación es una de las más evidentes.
Duy Huynh

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