Creo que la clave está en que hay un equilibrio convencional oportunamente roto, levemente alterado: el pequeño deterioro del fanal, la horizontalidad suavemente desviada por una perspectiva que no es frontal, la posible simetría de los elementos (todos son pares o divididos en dos) alterada mínimamente, las ventanas del primer término (dos) abiertas dejando ver un fondo limpio... hasta la luz -sobre todo la luz- que llega desde nuestra derecha muestra su cara y su cruz sobre las cosas: su casi mitad soleada, su casi mitad de sombra. Hay en ella, pues, un equilibrio que no es frío, una visión armónicamente cálida, humanizada, de la simetría urbana, porque está interpretada, porque está observada subjetivamente. Las personas no se ven, no hace falta, la persona está detrás de la cámara.
A todo eso añadiré una razón más para que me guste especialmente: simplemente, la sacó este verano mi sobrina Cristina. Y yo estaba con ella.
Cristina Gutiérrez Moreno
2 comentarios:
Hummm... Apuesto a que el 2º párrafo pesa bastante más que el 1º en tu corazón. Seguro que hacía calor, eso ayuda mucho.
(El letrero ¿es húngaro?)
Sí, Fernando, el segundo párrafo pesa bastante más ¿cómo lo habías adivinado?
Es alemán. Estuvimos en Aquisgrán viendo la catedral más antigua de Europa y la tumba de Carlo Magno, pero volamos a Düsseldorf así que una de esas dos ciudades debe ser. Vinieron ella y Blanca, hija de un hermano, que son de la misma edad. ¡Y las obligué a entrar conmigo a un museo de arte contemporáneo! A los 10 minutos me dijeron que me esperaban en la cafetería, pero les dio tiempo a distinguir perfectamente la pintura de Marc Chagall... ¡Ay, lo que tiene que hacer una tía para desbastar adolescentes!
Ahora que lo pienso, esta experiencia hubiera dado para una entrada al blog.
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