domingo, 1 de junio de 2014

Pinturicchio

  En Santa María del Popolo hay dos Caravaggio muy frecuentados y admirados. Y,desde luego que sí, cierta admiración sí que me provoca la grandeza, el detallismo y -muy especialmente- la forzada perspectiva de las dos escenas de la vida de San Pedro, tan barrocas ya en su planteamiento. Sin embargo, yo me quedaría sentada un par de horas en la capilla de los frescos de Pinturicchio, mucho menos visitada. Hay una inocencia conmovedora en el conjunto, mejor aún, hay una generosidad grande en una pintura que parece pretender ser un canto delicado a una grandeza que está fuera del cuadro mismo: el autor cede el centro de atención de su trabajo al asunto. Quiero decir que en "La adoración de los pastores", por ejemplo, adivino un asombro exquisito al suceso pintado: el Niño desnudo y en el suelo, en un gesto que parece reclamar ayuda, y en torno a él las personas, la naturaleza, la ciudad, que no se muestran más que en cierto asombro sereno ante el hecho. El pintor renuncia a hacerse admirar por su técnica, la admiración se traslada al hecho pintado, una escena de apariencia insignificante: un niño recién nacido, unos adultos serenamente embobados en él, una mañana luminosa.



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