miércoles, 5 de noviembre de 2014

Maneras de mirar (16): uno de Eloy Sánchez Rosillo

PRINCIPIO Y FIN


Puede ser que te digas: "El verano que viene
quiero volver a Italia", o: "El año que hoy empieza
tengo que aprovecharlo; con un poco de suerte
acabaré mi libro", y también: "Cuando crezca
mi hijo, ¿qué haré yo sin el don de su infancia?".
Pero el verano próximo, en verdad, ya ha pasado;
terminaste hace muchos años el libro aquel
en el que ahora trabajas; tu hijo se hizo un hombre
y siguió su camino, lejos de ti. Los días
que vendrán ya vinieron. Y luego cae la noche.
A la vez respiramos la luz y la ceniza.

Principio y fin habitan en el mismo relámpago.

                     (Eloy Sánchez Rosillo)



  Es el poema que cierra La vida (Tusquets, 1996) -¡cómo me gusta ese libro!- y el que realmente constituye la síntesis del volumen, no sólo por la temática (tempus fugit), sino también por su propia estructura. Estos versos son una pequeña joyita que brilla por sí misma, pero a la vez constituyen el broche pensado para una joya mayor, el libro. Fíjense, es especialmente significativo que el primer texto de La vida sea un poema largo que termina: "¿Qué es antes? ¿Qué es después? ¿Quién entrelaza, ordena y desordena las horas de mi vida? / La realidad y el sueño y la memoria,/ ¿dónde empiezan y acaban?" (pág. 14, en "Desde aquí") De manera que estos versos que hoy "miramos", sabemos que son la respuesta final a aquella pregunta sobre la que se ha estado reflexionando, poema tras poema, a lo largo del libro. Lo dicho: poema broche.
 Esta breve composición de apenas 12 versos la forman dos partes claramente diferenciadas, cada una de las cuales, a su vez, están constituitas por dos segmentos:

  La primera parte: comprende experiencias personales que abarcan casi los 9 primeros versos (los ocho alejandrinos primeros y el noveno sólo hasta el punto y seguido). Pero vemos en seguida que esta parte está formada por dos momentos, dos bloques relacionados adversativamente mediante la palabra "Pero" al principio del verso sexto: tres acciones proyectadas con su correspondiente contradicción parcial (se contradice el tiempo, el momento de cada una de ellas: el futuro se corrige a pasado simultáneo en una percepción imposible para la linealidad de la vida).
 Tres son los ejemplos vitales de los que hablo y los tres han tenido ya menciones repetidas en otros poemas: el verano en Italia (está ya en el Leopardi-Sánchez Rosillo del monólogo dramático de "Recanati, agosto de 1829", y en la visión lluviosa de Roma en agosto del poema "Roma, 1984", por ejemplo); el don de retomar la literatura o el libro inacabado está ya  en "Acaso"  y en "El abismo"; el hijo que deja de ser niño es el asunto de "Un jilguero" y lo encontramos en "Desde Aquí".


  La segunda parte, desde "Los días" (el final del alejandrino noveno) hasta el final, asistimos a la conclusión lapidaria de las acciones corregidas arriba respecto al tiempo: la primera mantiene la manera de fluir derramándose en el verso siguiente por medio del encabalgamiento que fuerza a que "día" y "noche" se contrapongan coincidiendo en el final de dos versos consecutivos en clara antítesis)y proporcionándole a "día" el doble valor de una dilogía, esto es, que además de significar en su oración el periodo de 24 horas, al enfrentarse con "noche", señale también aquella parte de esas 24 horas en que hay luz solar. Los alejandrinos son un acierto fundamental porque los periodos de 7 sílabas (alejandrino = 7+7)tienen una larga tradición de dolor por pérdidas en las endechas castellanas y de sus nostalgias y melancolías en el modernismo; y en sus encabalgamientos recrean perfectamente el incontenible paso del tiempo que nada puede refrenar.

Los dos versos finales, constituyen dos unidades, dos conclusiones lapidarias (aunque la segunda aclare las metáforas de la primera): dos alejandrinos con un cruce de rimas internas que le dan unidad al final biversal señalando la antítesis que contienen: -AMOS (ÁO) y -LÁMPAGO (ÁO), junto a -IZA (ÍA) y -BITAN (ÍA)


A la vez respiramos la luz y la ceniza.
Principio y fin habitan en el mismo relámpago.

  Y el poema al final, con sus rimas internas propias, se cierra en sí mismo y en su brevedad alude al relámpago fugaz que es esta vida. 
Neil Nelson



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico comentario y muy buen poema.
Compi, sigo leyéndote casi a diario. Estas formas de mirar que tienes son un filón.
Un abrazo desde Puente de Génave.

Antonio Gil

Inmaculada Moreno dijo...

Un abrazo, compite. Feliz y fructífero curso.