martes, 4 de junio de 2013

¿Un mamarracho insigne?

    Qué fácilmente la excelencia se vuelve mamarracho por el descuido. Me temo que en eso somos expertos por estas tierras.
    La idea era buenísima y el esfuerzo enorme; sin embargo, los medios para exhibir el resultado (los medios, que no el espacio), fallan estrepitosamente. Me refiero a todo el montaje organizado alrededor de la exposición de "Las santas de Zurbarán"  Nadie discutirá que en la obra del pintor magistral lo que llama poderosísimente la atención es el tratamiento que éste hace de los tejidos, de manera  que si en algo es absolutamente genial y único es en la perfecta representación de las texturas de las telas, sus distintas calidades, los pliegues...  Miras un cuadro y ya sabes cuánto pesa la ropa que el personaje lleva. Un fabuloso espectáculo de música y danza subrayó el acontecimiento a finales del mes pasado. Yo no acudí, pero me cuentan que fue espléndido.
    En estos días se sigue exponiendo una colección de representaciones de mujeres santas pintadas por el magnífico pintor extremeño y que se han traído de los mejores museos del planeta, desde el Hermitage a la National Gallery de Londres, el Musei di Strada Nuova, el Prado, etc. El espacio también estaba perfectamente elegido: el que desde el siglo XVI cobijara a las Clarisas en Sevilla, pero buscando en él la rara intersección entre la nave de un templo frecuentado del XVII con un escenario de pase de alta costura. La idea me pareció magnífica y muy acorde con lo que se pretendía significar. Convocaron a modistos de altura indiscutible, desde Balenciaga a Vitorio y Luchino, pasando por Devota y Lomba, Ágata Ruiz de la Prada o Elio Berhanyer, entre otros. Todos, salvo el de Balenciaga, eran trabajos en ricos tejidos encargados específicamente para homenajear a Zurbarán con esta muestra. La idea, los creadores, el espacio, todo era de categoría...
    Sin embargo, el estado de conservación de los vestidos que los modistos habían creado para la ocasión, arrugados, maltratados, me pareció que daban a la exposición un aire devastador, como de disfraz barato, de estrago carnavalesco tras un martes de fiesta indecente, de mamarracho insigne.

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