domingo, 17 de noviembre de 2013

El último concierto

  Vimos El último concierto y la conversación que tuvimos después me ha hecho pensar que tal vez nuestras preferencias estén originadas en el reconocimiento de tics personales fuera de nosotros. Al menos las mías lo están. Supongo que esta vez me dejé llevar del orgullo de los pedantes y oír recitar, nada más empezar la película, los primeros versos de los Cuatro Cuartetos de T.S. Eliot ya me dejó entregada; que el eje alrededor del cual giran todos los conflictos fuese la música clásica (y aún más, un pequeño grupo de instrumentistas de cuerda) me acabó de hacer una entusiasta de lo que veía y escuchaba. No cabe duda, esas subjetividades y la música de Beethoven, y el ambiente delicadamente vivo que recoge la fotografía, la interpretación de quienes fingen tocar realmente la viola, el chelo, los violines... Todo colaboró. 
  E. me despertó de mi limbo de afectación al ponerle una pega a lo que acabábamos de ver: "Falla la narratividad, ¿no sientes que la escena final se precipita?". No entendí entonces la pega que le ponía, pero ahora creo que tenía razón. Yo no me daba cuenta entregada como estaba a la mezcla de emociones y al gusto por una trama que hilaba a Beethoven con las mezquindades de los artistas, los versos de Eliot con las teorías del arte que iban salpicando los personajes. Es verdad, en la película, de pronto, todos los nudos se aflojan y el primer violín cede a la propuesta del segundo, la esposa burlada acepta el beso del marido infiel, la joven que había roto su relación aparece cercana y condescendiente y la chelista que no acababa de ser aceptada y que no había ensayado con los otros ni una sola vez se integra milagrosamente; todo ocurre como si el escenario del concierto fuese el palacio de cristal de aquella maga Felicia de La Diana a donde todos los aquejados de desamores varios acuden a beber sus aguas recomponedoras. Lo que pasa es que esa tesis del concierto reparador sin que se nos haya dado un sólo síntoma previo, no resulta verosímil. No, por mucho que tenga una un elevadísimo concepto del poder del arte.

Fotograma de la película

2 comentarios:

Fernando dijo...

Interesante.

No me atreví a verla, Inmaculada. Eso de recrearse en la decadencia de la vida y del artista no me parece un tema atractivo. Comprendo que te fascinara si la música elegida era excelente. Pero el tema me produjo angustia.

Inmaculada Moreno dijo...

No, no es angustiosa la película, Fernando. Por lo menos a mí no me la produjo en absoluto.