viernes, 18 de abril de 2014

Reconocer la grandeza del servicio

   El sacerdote me sorprendió durante la homilía de ayer. "Ser cristiano es dejarse servir por Cristo", dijo. Parecía una frase traída por pura sofistería para hablar del Jueves Santo, pero ese oportunismo retórico me pareció impropio de mi párroco. Esa frase es la vuelta del revés de la ignaciana "en todo amar y servir a Su Divina Majestad"; sin embargo, por poco que se fije uno, la frase que tanto me sorprendió no es su revés, sino su sabio origen, su lógica causa. 
  Servir debe ser una emanación natural, una especie de efecto de rebosado de la acción de Cristo en uno. De Cristo sabemos que su acción en la Tierra es (ha sido y es) un puro servir al Padre y servir a los hombres: un puro perdonar, salvar y entregar, -hasta donar su vida joven-. El servicio, lo sabemos, no puede ser un acto voluntarista, cuando lo es no es sano sicológicamente hablando. Sólo la emanación alegre y confiada, la emanación por rebosado del servicio de Cristo en nosotros nos hace realmente más humanos, más imagen de Dios (si esto cabe), más completos sicológica y espiritualmente. Ser cristiano es dejarse servir por Cristo, porque esta es la única señal de que reconocemos la grandeza del servicio.
  
Tintoretto

2 comentarios:

A. Javier dijo...

Pero y lo que no son creyentes
ni cristianos ni católicos
pueden lograr servir y poseer
una bondad muy grande.

Sólo un pequeño apunte
buen domingo.



Inmaculada Moreno dijo...

No lo niego, en absoluto. Pero ese amor, si es incluso al que te trata mal y no te quiere mal... Yo creo que viene de Dios, aunque ellos no lo sepan. ;-) Así lo veo yo.