jueves, 24 de enero de 2013

Bolígrafo

   Ayer compré un bolígrafo delicioso; uno que deja aparecer el trazo con fluidez fácil y precisa, veloz y armónica: un soberbio bolígrafo barato.
   No sabía yo hasta qué punto ejercen su sugestión en nosotros los objetos que manejamos, especialmente cuando son los instrumentos de nuestras pequeñas pasiones. Este bolígrafo en concreto me ha reconciliado  con mi mala caligrafía hasta tal punto que me ha traído a la cabeza aquellas zapatillas rojas del cuento de Andersen; vamos, que me siento con él sobre el folio doblado como niña con zapatos nuevos -y nunca mejor traída la frase hecha-. Qué placer escribir. Hace unas horas, para colmo, pergeñé con él y en 15 minutos la "maqueta" de un poemita cuyo tono y recurso inicial me llevaba persiguiendo unos dos meses; y además con él ahora, en contra de mi costumbre, trazo las palabras ligeras de esta entrada, aunque vosotros -qué pena- la estéis viendo en una preestablecida "courier" que estamparé a golpecitos seudoespasmódicos contra el teclado dentro de un momento. Ahora.

 Apunte de Degas 


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