domingo, 10 de agosto de 2014

Las ciudades y la narrativa: Tren nocturno a Lisboa

   Hay ciudades cuya simple mención ya evoca un estado de ánimo.
   La importancia del lugar en el argumento y, sobre todo, en el tono de una obra narrativa es mucho mayor de la que imaginamos. Qué acierto el de Cervantes al empezar su novela universal localizando "en un lugar de la Mancha" el principio de las correrías de su hidalgo desquiciado. Tal vez sea esta frase, junto al shakespereano "to be or not to be" la más popular de entre todas las literaturas.  La Mancha respecto a El Quijote y el Tormes respecto a El Lazarillo son el resorte que sitúa sus respectivas tramas, no tanto en una geografía, como en un género y en una perspectiva. Lo hace una desde el propio título, la otra desde las primeras palabras del texto; pero ambas instalan al lector en un realismo claramente paródico de las novelas fantasiosas que tanto se estilaban en el siglo en el que fueron escritas. Sí, fue un gran acierto el de Cervantes.
   Decía ariba que hay ciudades que evocan un estado de ánimo. Eso es lo que me hizo pensar el título y las localizaciones de Tren nocturno a Lisboa. Decir hoy Manhatan, Orán, Berlín,o Kioto es predisponer a climas muy distintos; situar una acción en Lisboa hoy es evocar vestigios de nobleza devastada, de persistencia crepuscular; es imaginar tranvías antiguos, puertos de arribadas cansadas, anticuarios ancianos que invitan a una copa de oporto en su tienda: es señalar la nostalgia digna de lo perdido.
   El tema de la película es el de las películas de intriga y defensa de la libertad que habitualmente hemos visto enmarcado en la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial, pero, en este caso, lo encontramos ubicados en la dictadura salacista (de hecho, me llama mucho la atención que al grupo de los jóvenes opositores en la clandestinidad se les denomine continuamente "La Resistencia": es la primera vez que veo el término aplicado a la oposición salacista). Lisboa es un cambio sentimental importante. Se subraya  el compromiso con la vida a partir de una trama de amores y celos y, sobre todo, de una segunda línea de acción en claro contraste: la de un viejo profesor de vida anodina que, cuarenta años después, descubre la historia y, subyugado por tanta vida bordeada siempre (¿o diré mejor "galardonada"?) por la muerte, nos lleva a conocer poco a poco aquellos hechos.
  La película es lo que es porque está aderezada por dos ingredientes: por las brevísimas citas de unos poemas en prosa y, sobre todo, por un truco subrepticio: la ciudad de Lisboa con sus calles estrechas, sus cuestas y tranvías, su paisaje decadente, sus palacios que guardan el fósil de la vidas.  
  Ya ven por qué he empezado hablando de la importancia de la ciudades en la narrativa.


1 comentario:

Osvaldo dijo...

El hecho de poder combinar la literatura con el turismo es algo importante para mi y por eso constantemente me gusta viajar a muchos lugares y tratar de comprar libros de autores del lugar. Cuando logro obtener promociones en pasajes para un sitio esta bueno tener la chance de también aprovechar el tiempo de vacaciones para leer