lunes, 30 de abril de 2012

Sobre La constancia del agua

   Qué fuerza hay en la poesía de Jorge de Arco, en su riquísimo léxico -escogido a veces como pepitas de oro en el tamiz de la lengua- y en sus imágenes -que se suceden casi en alud con frecuencia-:


        Fluyera
        por siempre
        como
        alfaguara del alma,
        celeste borbotón,
          y fuera así la vida
             caudal sagrado de sus dones. 

   A veces, el yo del poema se subleva contra la propia condición y, como si  su única arma fuera la lengua, la blande con pleno conocimiento de sus eficacias. A ver si lo sé demostrar con este otro ejemplo: 

        Agua es el hombre,
                                     alma
        que crece y que se extingue
        como una lumbre rútila,
        pero que fluye y duele
        y en lo hondo parpadea
        secreta y diluviante.
        Único, le dividen;
       (...)
        habiéndo sido fuego, lluvia, hombre
        almado, amado, sombra
        fugacísima
        en un río, una hoguera, un relámpago ciego. 

  ¿Verdad?, qué fuerza. Es la poesía de quien no se resigna, de quien se revuelve y estalla con palabras embravecidas, como lo hicieron Miguel Hernández o Blas de Otero, pero con otro criterio en la selección del vocabulario (de Arco es más cultista) y de la forma, como quien incendia con palabras aunque la imagen central de todo el libro sea el agua...

"Burning" de Turner



No hay comentarios: