Fluyera
por siempre
como
alfaguara del alma,
celeste borbotón,
y fuera así la vida
caudal sagrado de sus dones.
A veces, el yo del poema se subleva contra la propia condición y, como si su única arma fuera la lengua, la blande con pleno conocimiento de sus eficacias. A ver si lo sé demostrar con este otro ejemplo:
Agua es el hombre,
alma
que crece y que se extingue
como una lumbre rútila,
pero que fluye y duele
y en lo hondo parpadea
secreta y diluviante.
Único, le dividen;
(...)
habiéndo sido fuego, lluvia, hombre
almado, amado, sombra
fugacísima
en un río, una hoguera, un relámpago ciego.
"Burning" de Turner
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