domingo, 2 de febrero de 2014

Rilke, los libros y...

   Tras el deslumbramiento por Toledo, Rilke acaba huyendo de la ciudad, sobre todo a causa del terrible frío. A partir de ahí, España no acaba de hacérsele cómoda. El 19 de diciembre le escribe a  Lou (Lou Andreas-Salomé, claro):
   Otras veces pienso nuevamente en Suecia, por ejemplo, en casa de Ellen Key, o en su cercanía junto a un lago en medio de los bosques, o en la proximidad de una pequeña ciudad universitaria alemana, pues tener libros, o mejor todavía una persona con quien se pudiera aprender, eso sería, naturalmente, ideal.
   Yo también pasaría largas temporadas, sobre todo en verano, "junto a un lago en medio de los bosques" de Baviera, por ejemplo. Pero como eso hoy por hoy está fuera de mi alcance, opto por "tener libros" a mi alrededor y por acercarme a "personas con quienes se pueda aprender". La querencia por el objeto libro nos viene a muchos de ahí, del apetito por saciar cierta necesidad nutricia que no está en los huesos ni en la sangre, sino en algún ¿sitio? más totalizador, más invisible. Y cuando digo "objeto libro" no me refiero a este como edición rara o ennoblecida materialmente, aunque también esos me causen admiración, sino al objeto libro como soporte de palabras compañeras (acuñaré esto en mi memoria, porque acabo de descubrir la mejor definición de libro que se me ha ocurrido jamás: "soporte de palabras compañeras", eso es, eso es). Decía que tener al alcance buenos libros (no cualquier cosa impresa y encuadernada  ¿eh?) nos es a algunos tan necesario...
      Veo en internet esta imagen en la que la biblioteca es, a la vez, el comedor y el eje que divide la cocina del estar. Esto, un dormitorio amplio y luminoso para despertar con buen humor y un cuarto de baño sin azulejos, es cuanto ambiciono. Bueno, y ya sería genial poder pasear por los bosques cercanos a lagos de Baviera una vez al año. Pero no pido tanto, no pido tanto.


Foto tomada de la web remodelista.com

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